-Una comedia dramática sincera, encantadora y muy divertida. Te hará reír y te concienciará.
-Una fórmula de éxito asegurado, formada por buen rollo, buenos actores, colores vivos y una trama muy interesante basada en hechos reales.
Matthew Warchus regresa a la dirección 15 años después de su primera película, “Simpatico”, con la que recibió malas críticas debido al malgasto del presupuesto y de un potente reparto encabezado por Nick Nolte y Jeff Bridges. En esta ocasión el también dramaturgo británico nos trae una alegre comedia inglesa de concienciación social que de algún modo revive la testada fórmula de “Billy Elliot” y “Full Monty” para contarnos una fascinante historia real que todo el mundo debería conocer. De hecho es curioso que nadie hubiera sacado a relucir este momento de la historia para propósitos cinematográficos hasta ahora. La historia del olvidado movimiento LGSM. Había muchas maneras de llevar esta historia a la pantalla, Warchus ha elegido la colorista y divertida frente a una más seria y realista. Algo que puede no gustar a ciertos espectadores, sin embargo es una decisión comercial para que el filme le resulte más atractivo al gran público, y no se puede negar su eficacia. Del guión se encarga un habitual de las series, Stephen Beresford, que a pesar de su poca -o más bien ninguna- experiencia en la escritura de guiones para largometrajes, se ha desenvuelto bastante bien. El reparto está repleto de fantásticos actores británicos entre los que se encuentran: Ben Schnetzer, Monica Dolan, George MacKay, Bill Nighy, Andrew Scott, Imelda Staunton, Dominic West y Paddy Considine.
“Pride” es una película amable, alegre, honesta y de buen corazón. Habla sobre la amistad, el apoyo, la lucha conjunta por unos ideales y derechos, el respeto mutuo y otros muchos valores que por desgracia deben recordarse permanentemente aún a día de hoy. Es irregular muchas veces, otras se acerca peligrosamente a la línea de lo dulzón y también es cierto que en ocasiones abusa de un innecesario subrayado, pero lo que importa es que cuando entres en este animado baile, no pararás hasta que se vuelvan a encender las luces de la sala. La dirección de Warchus aún con sus problemas de novato y la esquematicidad del relato, tiende a funcionar bastante bien. Logra escenas de auténtico calado dramático y consigue mantener estable el ritmo de la cinta, hasta cuando pasa por lo momentos más torpes. El guión de Beresford consigue lo que se propone a pesar de múltiples problemas. Tiene un bienvenido humor británico, algunos buenos personajes y claro está, el mensaje moralista. Por otro lado hay subtramas muy típicas, elementos difuminados o desaprovechados, personajes desdibujados y una molesta tendencia a forzar ciertas situaciones que puede resultar irritante. Es por tanto este filme en exceso irregular, risible y emocionante intermitentemente, basado en un hecho real pero a veces nada creíble, honesto pero a veces demasiado forzado. Lo importante a la hora de puntuar debe ser entonces como me hizo sentir, y la mayor parte del metraje me lo pasé muy bien con este grupo de personajes en medio de la lucha por sus derechos.
Un grupo personajes que no serían lo mismo sin los actores que los interpretan, los cuales hacen una labor excelente e incluso ayudan a que los momentos más artificiales parezcan espontáneos, destaca ese fantástico Dominic West y la contenida interpretación de un Bill Nighy como siempre, fantástico. También se debe mencionar el trabajo de Tat Radcliffe ('71) como director de fotografía, con una vivaz paleta de colores que ayudan de sobremanera a llevar el buen rollo a nuestro corazón. Del mismo modo que lo hace la música compuesta y/o seleccionada por Christopher Nightingale. El último punto a comentar antes de zanjar esta crítica sería el desenlace, que ha creado opiniones de todo tipo entre público y crítica. Tras casi dos horas de filme se suceden varias ocasiones para concluir la historia, en lo que a mi respecta había algunas oportunidades anteriores que hubieran quedado muy bien, no obstante el final me parece apropiado y muy vinculado al espíritu de la película, ver a Bill Nighy en la última escena al ritmo de Billy Bragg bien lo merece.
Después de todo la película inglesa más exitosa del año es una comedia dramática y social que merece la pena ver, ya sea por su ambiciosa temática, por descubrir a muchos espectadores una parte de la historia que desconocían o por transmitir un buen conjunto de valores de una manera efectiva y muy entretenida. “Pride” sigue la fórmula de “Billy Elliot” y “Full Monty” pero también se puede ver como una reformulación bastante alejada de “Brassed off” de Mark Herman. A pesar de problemas varios, estamos ante una película honesta y encantadora que aleja lo malo del adjetivo comercial para entregar un poco de buen corazón.
Alejandro Arranz
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