lunes, 28 de marzo de 2016

Crítica de “Calle Cloverfield 10”

-Demoledor, trepidante, calibrado como un reloj suizo, uno de los blockbusters más emocionantes y prestidigitadores de los últimos años. Ir al cine y sorprenderse a día de hoy se agradece.

-Puede que sean los 103 minutos más tensos, asfixiantes e intrigantes que haya vivido en una sala de cine desde “Moon” (2009). Goodman es una bestia interpretativa.

Muchos grandes nombres rodean la producción de esta 10 Cloverfield Lane anteriormente titulada Valencia. No sólo el de J.J. Abrams en grande, negrita y subrayado como productor/¿director?; también está un amante de las tramas laberínticas como es Drew Goddard y un guion a tres manos con Damien Chazelle (Whiplash) a la cabeza. Si a ésto le sumamos a Mary Elizabeth Winstead (The Thing, Kill the Messenger) y a John Goodman protagonizando la cinta, así como una de las campañas de marketing más potentes, misteriosas y apetecibles de los últimos años; el resultado es un público ansioso por ver la secuela espiritual de Cloverfield (Monstruoso en nuestro país). Ahora entre trailers, fotogramas y asfixiantes campañas de marketing, entras a la sala de cine sabiendo todo lo que va a ocurrir de antemano. Y por si no fuera poco, es probable que te encuentres un filme en el que todo resulta previsible al guiarse por una fórmula manida hasta la nausea Sin embargo Abrams es una de las únicas personas de la industria que creen en la falta de información y el enigma como poderosos aliados para vender entradas. Lo hizo en Super 8 y le funcionó muy bien, aquí lo lleva un paso más allá y el resultado es todavía mejor. Tenemos en cartelera una de esas joyas que hacen honor a aquello de “La grandeza nace de pequeños comienzos”.

Es extremadamente difícil hablar o escribir sobre esta película sin desvelar elementos que estropeen su posterior visionado, pero siempre me han gustado los retos. Primero dejemos claro que al ver la película queda muy clara la firma de Abrams, su estilo narrativo, algunos rasgos genéricos de sus personajes y su más que habitual mezcla de géneros. No obstante y puesto que no tenemos suficiente información, los aplausos van para el debutante, Dan Trachtenberg. Este presentador de "podcast" estadounidense nos ha impresionado con su talento visual capaz de crear poesía pese a los escasos recursos, su habilidad de apariencia innata para mantener la tensión, jugar con géneros, contrastes, profundidades de campo, desenfoques (no es habitual usarlos con tanto ingenio) y configurar un “Decoupage” tan acerado como medido al milímetro. Centrándonos más en la premisa argumental, la historia comienza con una huida hacia delante, a la manera de Psycho como bien han apuntado varios compañeros, pero sin el “macguffin” inicial (lo dejan para el tercer acto). Después, prácticamente toda la trama se desarrollará en el interior de ese sótano/refugio que se ha visto en los trailers, como si estuviéramos ante la otra cara de la moneda de lo que fue Room hace unos meses. La película juega con el espectador a varios niveles y es algo delicioso. Desde antes de entrar a la sala han estado jugando contigo, pero una vez entras en ese sótano, estás en manos de los guionistas. No sabes lo que es verdad y lo que no, quien es de fiar, ni tampoco que debes sentir. Esos momentos de tranquilidad que realmente te están probando, ese juego de contrastes con la música (impecable y atmosférico trabajo musical heredero de James Newton Howard), esas pistas al despiste o incluso las escenas de desarrollo de personajes (breves pero muy sólidas) que funcionan paralelamente como inteligentes trucos que te hacen bajar la guardia y desvían tu atención de recursos fundamentales de la trama (pongamos de ejemplo algo vago, tres “plantings” absolutamente fascinantes). El guion sabe jugar sus cartas con destreza maestra, sus páginas tienen una economía narrativa apabullante y un respeto por los tres actos que ya no se encuentra a menudo. La dirección también sabe mucho de economizar el espacio, con un gran rendimiento de las tres o cuatro pequeñas habitaciones que protagonizan la aventura. Trachtenberg no sólo juega con la tensión como un verdadero maestro del suspense, sino que aprovecha ese espacio con composiciones de planos muy informativas, estéticas y capaces de lograr auténtica claustrofobia.

La dirección de actores también es realmente buena, así pues Mary Elizabeth Winstead brinda una interpretación matizada y sutil que acompaña genial a un John Goodman que se coloca como epicentro de toda la película. El magnífico actor de 63 años da un recital interpretativo aprovechando su imponente físico y su hábil gestualización. En apenas un par de segundos puede pasar de ser ese grandullón entrañable que todos conocemos, a un terrorífico monstruo. Su personaje es un arquetipo realista y ciertamente escalofriante del americano moderno. Y llegar aquí me viene de perlas, porque ese juego constante (entre el terror psicológico y el thriller ambigüo) sobre los supuestos peligros que habitan en el exterior (monstruos, alienígenas, terroristas, ataques químicos a gran escala) o la inexistencia de los mismos frente al peligro del refugio, no es sino otra fábula sobre la naturaleza del miedo; repleta de resonancias al mejor Shyamalan. Con su narración y su atmósfera y también con clarísimos tintes “Hitchconianos”. Miedo a lo que hay dentro y miedo a lo que hay fuera. Miedos del hombre, pero más aún del ciudadano medio estadounidense. Una nación que aterroriza a sus ciudadanos constantemente, con una permanente lluvia de desinformación/información, que les lleva a crear sus “bunkers” subterráneos, a llenar sus casas de armamento y estar permanentemente preparados para una guerra/invasión. Creando individuos inseguros en relación a la seguridad de su hogar y su vida personal, consumidores en masa que permiten a sus líderes actos inhumanos e imperialistas en nombre de una falsa paz requerida de un miedo autoinducido por el interés de los mismos. 10 Cloverfield Lane habla sobre el miedo post-11S y pre-Tercera Guerra Mundial, sobre la paranoia instaurada, creadora de millones de internautas conspiranoicos que temen tanto a un ataque nuclear de los rusos o a ese “loco Coreano” que no saben siquiera si es del Norte o del Sur, como a esa invasión alienígena que el séptimo arte tantas veces ha retratado. Puede que todo esto empezara el 30 de octubre de 1938, cuando Orson Welles provocó el caos entero de una nación al dramatizar el texto de H.G. Wells (La guerra de los mundos). Quizás a partir de ahí el propio gobierno aprendió los beneficios del terror como medio para el control del pueblo, y utilizó los medios de comunicación para su transmisión (moderada, subliminal e ininterrumpida). Curiosamente esta salida de tema me proporciona puntos en común, puesto que la obra de H.G. Wells trataba, al igual que esta película, temas relacionados con el Darwinismo social y el colonialismo.

Llegado aquí me queda concluir con este largo artículo que espero os anime a darle una oportunidad a una de las películas más intrigantes e interesantes ya no de la temporada, sino de los últimos años. Una película que te mantiene pegado al asiento, que entretiene a niveles peligrosos y te golpea con su imprevisibilidad una y otra vez en tu búsqueda de la verdad. El tramo final da un triste paso en falso que afortunadamente no empaña un visionado inolvidable. Calle Cloverfield 10 es una obra extremadamente difícil de clasificar, admirable en todos y cada uno de sus apartados. La mejor película de M. Night Shyamalan en más de una década, la han firmado el debutante Dan Trachtenberg y el productor J.J. Abrams. Sólo tengo elogios para ellos.


Alejandro Arranz

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