-Paco Plaza acerca el terror hasta la puerta de nuestra casa y le invita a entrar.
-Un delicioso caramelo endemoniado de atmósfera turbadora, inquietante simbología y terrorífico significado.
Nadie olvidará cuando Jaume Balagueró y Paco Plaza llevaron el terror a un bloque de edificios que radiografiaba con humor -y acierto- nuestra sociedad española. Era difícil que el miedo se acercara más a nuestra vida cotidiana, a nuestra realidad material. Por eso [•REC] fue una película importante para la producción de cine de terror en nuestro país, y desde entonces hemos disfrutado de no pocas buenas producciones del género hechas en tierra patria. Ahora Paco Plaza vuelve a su género por excelencia con una propuesta que tiene suficiente claves como para convertirse en otro punto esencial en la historia del género. La historia está basada en unos acontecimientos reales ocurridos en el barrio de Vallecas en los años 90, que desembocaron en el único caso policial en España con referencias a elementos paranormales. ¡Cuán aterrador es pensar que la realidad pueda superar a la ficción!
Sin duda Plaza ha vuelto a lograr que el terror se haga próximo, familiar y tangible. En primer lugar por esa impecable ambientación que nos lleva a rememorar aquellos años 80-90 a ritmo de los Héroes del Silencio o de ciertos -ahora nostálgicos- anuncios de la tele. Una época en la que para escapar de la cotidianidad uno se refugiaba en las leyendas nocturnas y en algunos juegos de mesa, no todos ellos igual de recomendables para edades susceptibles. En segundo lugar por saber priorizar la reconstrucción de los hechos y la creación de la atmósfera frente al recurso obvio. Logros de un hábil y eficaz trabajo de dirección, con fascinante gusto por el detalle y que se sirve de un magnífico empleo del desenfoque y el fuera de campo para ofrecer unos sustos tan bien ideados como resueltos. Otro buen puñado de aplausos se llevan la fundamental banda sonora, el solvente reparto en el que debuta una estupenda Sandra Escacena y el guion de Plaza y Navarro, como poderosa metáfora de la pérdida de la infancia y el miedo a madurar demasiado pronto.
He pasado un rato divertido y escalofriante con Verónica, una película que guarda mucho más en su interior de lo que puede parecer a primera vista. Plaza ha impreso mucho mimo y muchas de sus influencias en cada plano; pero no ha conseguido la vuelta de tuerca necesaria. El problema surge de las limitaciones de la propuesta, debidas principalmente a una narración que dificulta la sorpresa al manejar unos hechos predecibles y que transcurren de la forma esperada hasta un final conocido. Queda una buena película de terror, con un trasfondo muy interesante acorde a su sólida puesta en escena. No es baladí.
Alejandro Arranz
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