-Decepción mayúscula. Una cinta que no provoca escalofríos ni emoción, solo apatía.
-Vulgar, manufacturada, sin pizca de genio o inspiración. Una sucesión de escenas trilladas narradas de forma farragosa y carente de alma.
Reconozco que tenía muchas ganas de ver lo nuevo de Jaume Balagueró. Un misterio, extraños rituales y elementos sobrenaturales con resonancias al cine de Dario Argento; terreno conocido para el cineasta catalán. De hecho esta nueva propuesta me recordaba al debut de Balagueró en el largometraje: Los sin nombre. Sin embargo en esta ocasión no adapta a Ramsey Campbell, sino una de las novelas de José Carlos Somoza, titulada La dama número trece. El guion está escrito a dos manos, entre el propio Balagueró y Fernando Navarro, co-guionista de la reciente Verónica, de Paco Plaza. Finalmente, al tratarse de una co-producción entre España, Irlanda, Francia y Bélgica; encontramos un reparto internacional encabezado por Elliot Cowan, Franka Potente y Ana Ularu. Dicho ésto toca cruzar el velo para descubrir que la última obra del director de Mientras duermes es una pavorosa decepción.
La película comienza citando a Dante Alighieri, un recurso que siempre funciona bien antes de hacer que los personajes desciendan a sus respectivos infiernos. Tras las escenas iniciales llega lo más reseñable del filme, sus títulos de créditos. A partir de ahí se abre un misterio transparente, convencional y con la peor vocación de serie B. Un misterio al que Balagueró, tan competente tras las cámaras, es incapaz de insuflar algo de vida o personalidad; ni por la parte visual ni por la narrativa. Mientras el guion, lleno de lugares comunes y elementos manidos, hace uso de sus tramposas reglas propias para que la investigación avance. Se articula de este modo un galimatías digno de Dan Brown, pero sin su capacidad de generar algún tipo tonto de emoción; que va degenerando al convertirse en una tediosa carnicería sin rumbo, complementada con mediocres interpretaciones y un par de las peores escenas de terror que he visto este año.
Hay pocas cosas que tengan sentido en esta Musa de Balagueró, y aún menos elementos que sean capaces de generar interés en un espectador al que le han absorbido todo ánimo y apetencia la desangelada narración y el pésimo guion. Resulta irónico que la manifiesta falta de personalidad y emoción de esta película provenga de una absoluta falta de inspiración. Quizá de eso va precisamente esta propuesta, puede que no sea más que una crítica de Balagueró a esas malvadas musas que andan torturando al pobre Christopher Lloyd en lugar de darle un poco de estro al cineasta. O tal vez yo tenga una deficiencia vitamínica.
Alejandro Arranz
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