-Un entretenimiento tan efectivo como insustancial, que despega por la solvencia de un Ron Howard excelente en la puesta en escena.
-Las bajas expectativas logran que una vez más Han Solo se salve por los pelos.
La relación entre los fans y el universo Star Wars es cada día más difícil. Tras dos episodios atacados respectivamente por su condición de copia sin riesgos (VII) y sus excesivos riesgos (VIII), y un spin-off irregular heredero del bélico de Raoul Walsh (Rogue One), llega otra historia de Star Wars. Ésta suena bastante más ambiciosa, pues intenta plasmar la juventud del canalla contrabandista más famoso de toda la galaxia. Y haciendo honor al estilo de vida de Han Solo, la producción del filme se ha topado con problemas en cada esquina. Empezando por la elección de Alden Ehrenreich como protagonista, rechazado de primera mano por los fans y elegido tras supuestamente hacer un gran casting para más tarde necesitar un ayudante de interpretación que puliera algunos aspectos de su trabajo. No obstante, el gran golpe fue el despido de Phil Lord y Chris Miller (La LEGO película). Al parecer los cineastas se tomaban excesivas licencias con el guion de Lawrence Kasdan, repetían tomas hasta la saciedad y estaban convirtiendo la película en una especie de Ace Ventura. Siempre está la posibilidad de que estuvieran realizando la cinta más atrevida de la saga galáctica, pero nunca lo sabremos. Fue Ron Howard, actualmente fiable director de encargo, el encargado de reconducir la película. Ahora Han ha vuelto, y no está solo.