-Chazelle fracasa en su viaje a las estrellas y entrega su peor largometraje.
-Como cinta biográfica es convencional y como aventura espacial rinde por debajo de sus contemporáneas.
Después de golpearnos con Whiplash y arrasar en el mundo entero con la sobrevalorada La La Land el joven Damien Chazelle se dispone a rememorar la llegada del hombre a la luna. Un proyecto que es mitad acercamiento a la parte más íntima de la historia y mitad exhibición del talento del cineasta en clave de thriller espacial. Los guionistas Josh Singer (Spotlight, The Post) y Nicole Perlman (Guardians of the Galaxy) adaptan la biografía homónima sobre Neil Armstrong escrita por James R. Hansen en 2005. De esta manera se formula un relato en primera persona que nos narra las vivencias del legendario héroe americano entre 1961 y 1969, año del famoso alunizaje. “Sabemos” que la misión del Apolo 11 fue un éxito, ahora interesa más descubrir si Chazelle ha sido capaz de cumplir sus objetivos.
Desde el principio el cineasta nos deja claro que lo más importante de su nueva película es el acercamiento a sus personajes, a como se sintieron durante esos años que más tarde se convertirían en historia de un país, en memoria de una generación pegada a la radio y en el testimonio de un triunfo sobre la conquista de lo inimaginable. Los temas relacionados con la carrera espacial y la crisis americana no son más que anclajes contextuales. Esta es la historia de Neil, a quien Chazelle construye como héroe y como humano, una persona de apariencia seria, parca en palabras, recelosa con su intimidad y francamente sensible en el interior; un tipo que se convirtió en héroe sin ningún interés en serlo. También es, de nuevo, una historia sobre el sufrimiento como motor para el alcance de la gloria; de una obsesión por el trabajo, por cumplir el objetivo, que persigue calmar el dolor de una pérdida incurable. Chazelle, coherente con su remarcado estilo, acerca la cámara al rostro de sus personajes para que sintamos lo mismo que ellos, y aunque el resultado es tenue, obtiene sólidas interpretaciones de su pareja protagonista. Gosling desluce en algunos momentos frente a una genuina Claire Foy cuyo personaje queda desaprovechado.
El pausado ritmo del docudrama (de presión creciente en la dinámica familiar) se contrasta con la espectacularidad perseguida en la epopeya espacial. En esas misiones del Gemini y el Apolo, el director regresa al montaje centelleante de Whiplash para intentar generar una tensión sofocante, respaldada por los primeros planos y los planos detalle, el desenfoque, el traqueteo de la cámara y el chirrido de las tuercas a punto de reventar. De este modo el espectador se convierte en un pasajero más de esas abrasadoras celdas que pululan por el espacio con las probabilidades en contra. Los últimos quince minutos dilucidan los fascinantes opuestos de una cronología tan estudiada como ignorada en sus aspectos más importantes. Chazelle coloca el símbolo frente a su verdadera historia, lo íntimo frente a lo épico, lo infinito del exterior frente a la claustrofobia del interior, la suciedad del negativo frente a la pulcritud del IMAX, y lo terrestre, lo mundano, frente a la cuestión indescifrable de la esencia vital, ante el dilema irresoluble de la metafísica. Su película respira, pero demasiado tarde.
Empieza con una secuencia de apertura impresionante y termina con una pieza tan predecible dentro del melodrama académico como reveladora para la conclusión de un mensaje que va más allá de la estructura del biopic. Lamentablemente en el medio se nos presenta un filme discreto y convencional, respetuoso con su heroica figura e incapaz de salirse de lo pasos marcados por un guion reglamentario y banal que nos narra los hechos de forma alargada e intermitentemente emocionante. Chazelle no ha sabido sacarle todo el jugo a este proyecto, quizás porque su necesidad de superar el reto ha sobrepasado a la propia importancia de la historia. Uno de mis profesores siempre decía que debíamos aspirar al sol para llegar a la luna, pero es que hay gente que no está capacitada para ir al espacio.
Alejandro Arranz
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