-Sorrentino reflexiona sobre sus inquietudes habituales y otras nuevas, lo hace de forma quizá ensimismada y ampulosa pero también fascinante y brillante.
-Keitel y Caine brindan dos recitales interpretativos absolutos creando dos personajes memorables, Jane Fonda se marca el mejor cameo del año.
¿Por qué será que Paolo Sorrentino tiene tantos admiradores y tantos detractores? Desde luego su cine es personal e inimitable, incluso a pesar de estar muy influenciado por el maestro Fellini, él crea su obra, con sus conceptos, sus temas y sus formas; y no a todo el mundo le gusta su estilo visual y/o narrativo. Muchos compararán esta “La giovinezza” con su anterior obra maestra, “La gran belleza”. Ciertamente hay suficientes parecidos para hacerlo, pero son filmes bien distintos. No obstante por lo que cuenta, por como lo cuenta y por el parecido de esto a su anterior película, tal vez este sea el trabajo más controvertido del cineasta, y el que más enemigos tenga. Sorrentino nos lleva a ese microcosmos supuestamente ajeno al tiempo y a la muerte y reflexiona de forma intermitentemente brillante sobre temas que siempre le han interesado: la vejez, la amistad, el tiempo, el arte, la belleza, la decrepitud, el olvido, etc. Siempre enfrentando contrarios, revelando un mundo cambiante que en ciertos casos no quiere ser aceptado, mostrando incómodas realidades y reflexionando sobre lo que fue, lo que no pudo ser ni será -entre otras muchas cosas-. “Youth” es algo así como una secuela espiritual del anterior trabajo de Sorrentino, pero pierde mucho en una comparación. Son dos horas de película discontinuas, con momentos que derrochan genialidad así como vigor y sinceridad emocional, pero también algunas escenas que se sienten artificiales, demasiado calculadas y cierta pomposidad formal que le resta nota al nuevo trabajo de este gran director.
Estamos ante una comedia dramática tan ocasionalmente pretenciosa como arrebatadoramente profunda, emotiva y brillante. Aunque cierto barroquismo visual persiga al espectador, la verdadera película está en los detalles, en las miradas, en una mera frase que podría pasar desapercibida pero cuyo significado emocional podría estar describiéndose durante días. Debajo de todo hay honestidad, tanto en el extraordinario guión del propio director, como en la intensidad musical, en la incuestionable belleza visual (independientemente de que a Sorrentino se le vaya la mano a veces) y en especial en el reparto. Michael Caine y Harvey Keitel realizan dos de las mejores interpretaciones de sus respectivas, largas y potentes carreras, y en todo momento parece que dejan una parte de su yo real, de su experiencia como personas, en sus memorables y magnéticos personajes. La mirada de Caine llega al alma del espectador, es uno de esos actores que siguen mejorando hasta el final. Pero Sorrentino no se sirve sólo de esos dos personajes, sino de toda una galería de ellos, todos cumpliendo una función tan interesante como precisa dentro de ese pequeño mundo. Escribo sobre esta película y no paro de pensar en lo hermosa que es, en la riqueza emocional, vital y filosófica que aguarda en su interior: en la melancolía de Sorrentino y sus personajes, en el inherente pesimismo de la pieza, en su humor irónico, su parodia de aspectos universales, su radiografía del arte como vida y la vida como arte, en ese joven actor (excelente Paul Dano) frustrado porque le recuerden siempre por el mismo papel, en esa especie de Maradona debilitado en cuerpo y alma que hace que piense en mi abuelo, en esos dos amigos que sólo se dicen lo bueno porque esa es una verdadera buena amistad, esa juventud que sólo se siente cuando ha pasado y la degeneración mental y física que el espíritu intenta rechazar pero no puede.
¿Como se puede describir una película como esta, con palabras? Tal vez otra persona más habilidosa pueda, un servidor se aferra a adjetivos para muchos banales que os insten a darle una oportunidad a este mágico y hermoso cuadro que ha pintado el cineasta napolitano. “La juventud” es un filme de Sorrentino, reúne lo que ha hecho único a su director, trabaja con emociones complejas, logra escenas maravillosas y lo hace sin aparente dificultad. Es una de las películas que más me han aportado en 2015, de esas que me hacen amar más el cine y la vida.
Alejandro Arranz
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