-Prodigiosa. Aaron Sorkin y Danny Boyle han creado una insondable obra maestra, y Fassbender se ha transformado en Jobs ofreciendo la mejor interpretación masculina del año hasta ahora.
-Una narración en tres actos para mostrarnos los grises de un complejísimo personaje, para contarnos que entre el mito y la realidad se esconde el verdadero Steve Jobs, un hombre imperfecto con luces y sombras.
Steve Jobs es uno de los personajes más conocidos y misteriosos de la historia reciente. Fue un innovador pero también hay muchos que tenían una opinión negativa de él y quedan muchas preguntas y ambigüedades por responder. El cine cada vez busca más el biopic moderno y con lo bien que funcionó aquella joya llamada “La red social” que se basaba muy relativamente en las vivencias del creador de Facebook, Mark Zuckerberg, no iban a quedarse las cosas ahí. En 2013 se estrenó “jOBS”, una especie de hagiografía del personaje protagonizada por un correcto Ashton Kutcher. Pero muchos nos preguntábamos por que nadie adaptaba la magnífica biografía escrita por Walter Isaacson. Nuestras súplicas fueron escuchadas. Aaron Sorkin es uno de los mejores guionistas modernos, prueba de ello dan ese pedazo de serie con el título “El ala oeste de la casa blanca” y los guiones de “Moneyball” o en especial la anteriormente mencionada “The Social Network”. Y la unión de Sorkin, Danny Boyle y Michael Fassbender auguraba algo de proporciones épicas. La única pega que podían poner lo más idólatras era el poco parecido físico del actor irlandés, y era una queja que no tenía en cuenta la capacidad de Fassbender para mudar de piel con el personaje.
Contra la pereza habitual de la industria llega el genio de Sorkin para ofrecer una narrativa portentosa dividida en tres actos. Un retrato constructivo-destructivo del mito a través de tres momentos clave antes de las presentaciones de tres de sus productos más famosos. Como si de una representación se tratase, con mucho aire y esencia Shakespeariana (personajes, estructura, temas, etc) y toda la habilidad de Sorkin, que firma un guión tan brillante como la figura principal del mismo. El guión es una aguda, afilada, detallista, inabarcable, humanista, contemporánea y constante fuente de información que dispara diálogos magistrales a velocidad estrepitosa, que sabe cuando correr y cuando parar. Sorkin ha captado sumamente bien a Jobs, lo disecciona como lo que es, un ser humano, repleto de matices, de problemas y también de genio. El inventor del nuevo mundo, del nuestro, un hombre frente al mundo y también frente a una niña. Sorkin y Boyle saben pausar, abrir los huecos para que la humanidad de Jobs entre y lograr definir a un personaje tan complejo que asusta. Y con la disección de ese personaje también está la de nuestra época y una extraordinariamente perfecta metáfora sobre el capitalismo.
A ese guión hay que sumarle una vertiginosa dirección de Danny Boyle. Porque el director británico no se contiene ni opta por un trabajo más académico como hiciera Bennett Miller en “Moneyball” dejando el protagonismo en la fuerza y la hondura del texto de Sorkin, sino que anaboliza la propuesta con un trabajo que incendia la pantalla, a ritmo de sprint durante dos horas. Boyle convierte este drama en un galopante thriller con escenas de una tensión e intensidad indescriptible. Si el guión de Sorkin ya aporta más información de la que puede captarse en un sólo visionado, el trabajo visual de Boyle lo aumenta más aún. Muchos no perdonarán a Boyle esto, algunos -entre los que me encuentro-, elogiamos en gran medida que Boyle haya seguido siendo Boyle, ofreciendo una puesta en escena que no hace sino engrandecer una película destinada a perdurar. Además de su estilo visual, el director decidió filmar cada acto en un formato distinto: 16mm, 35mm y digital. Por último queda hablar del reparto, una de las grandes bazas de esta película. En primer lugar -como no- está Fassbender, que pese a su poco parecido a Jobs, se convierte en él con una facilidad pasmosa. Podría decir que el actor jamás había estado mejor y seguramente sea cierto, pero lo que debe decirse es que su interpretación es tan asombrosamente buena que le valen los adjetivos utópica y quimérica, pocas veces un actor muda de piel con su personaje con tanta fuerza como queda aquí plasmado en la pantalla y en la retina del espectador. No bajan de nivel los secundarios, todos maravillosos. Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels y Michael Stuhlbarg están soberbios, cada cual como un símbolo necesario en la vida de Jobs, los tres primeros se merecen un premio, especialmente Seth Rogen en la piel de Steve “Woz” Wozniac.
Perfectamente escrita, dirigida e interpretada, los tres trabajos se complementan en una fusión impecable que crea una obra maestra del cine moderno, un clásico instantáneo, una película pensada con ingenio supremo y ejecutada con una fuerza y una brillantez que tira paredes y renueva las creencias en el poder del cine. “Steve Jobs” es la película del año (a falta de ver algunas apuestas pre-Oscar), la que define una época y a un visionario que inventó el futuro en el garaje. El de Sorkin es el guión más inteligente que he leído en tiempo, a Danny Boyle le agradezco que haya dirigido su mejor película (sí, mejor que “Trainspotting”) y a Fassbender le espero recogiendo la preciada estatuilla dorada este año. Podría decir que es la nueva “The Social Network”, que es la “Birdman” del año e incluso un nuevo tipo de “Ciudadano Kane”, pero es mejor dejarse de resonancias y parecidos y que vayan al cine a ver una de las mejores películas de los últimos años.
Alejandro Arranz
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