-Una secuela que repite el esquema original reutilizando sus gags de forma torpe. Los guiños temáticos se suceden, pero las risas son muy difíciles de encontrar.
-Es preferente disfrutar del trailer y olvidarse de pasar por caja. “Neighbors 2” no ha sabido sacar mi lado salvaje y gamberro. No es inteligente, no es perspicaz, no es provocadora; es de usar y tirar.
El director Nicholas Stoller y los guionistas Andrew J. Cohen y Brendan O'Brien nos traen la secuela de la inesperadamente divertida “Neighbors”. El reparto original repite pero para enfrentarse en esta ocasión a una hermandad femenina liderada por una regular Chloë Grace Moretz. La película no busca en ningún momento llevarnos a un lugar diferente, su objetivo es unicamente hacer reír, y pretende hacerlo tomando prestadas las bromas de su predecesora para repetirlas con una dependencia exasperante. Entre cinco y siete guionistas han colaborado para dar forma al “guion” de esta secuela, y parece que el 90% tenían un día poco inspirado, porque si elimino de la ecuación las risas condescendientes y las de “integración social”; a penas solté un tercio de carcajada en un par de ocasiones a lo largo de 92 dilatados minutos de película. Pero bueno, como texto de introducción me limitaré a introducir la propuesta. Y es que Evan Goldberg, Rogen y Stoller se dirigen simultáneamente a dos públicos. Por un lado adolescentes mayormente atolondrados amantes de las películas poco sesudas, con mucho “slapstick” y chistes o bien escatológicos o bien sexuales. Por el otro, cinéfilos más veteranos amantes de la comedia inmadura y generacional, y por tanto del “subgénero” de las fraternidades universitarias comenzado por John Landis (“Desmadre a la Americana”), continuado por Adam Herz (“American Pie”) y recientemente redefinido por Goldberg y Rogen (“Superbad”); que igualmente apreciarán los constantes guiños al cine fantástico y de terror (el embarazo en relación satírica con “La semilla del mal”) que tanto gusta a estos guionistas. Entre el cine de Judd Apatow, el de Ben Stiller, el de Adam Sandler y las señas de identidad propias (aquí muy desgastadas) del dúo Goldberg-Rogen se encuentra esta secuela, que acaba demasiado cerca de Sandler, por desgracia.