-Una dramedia correcta con momentos de emocionante y doloroso realismo. Se pasa bien viéndola y en el transcurso se tratan algunos temas de interés.
-Un guión que juega bien con los tópicos, una dirección eficaz y un reparto en buen estado de forma son los activos principales del filme.
Llega a los cines la ganadora de la Biznaga de Oro del 18º Festival de Málaga, una comedia dramática sobre la adolescencia, la ópera prima del actor madrileño Daniel Guzmán. Una cinta que se presume como una de las apuestas más interesantes si se quiere ir al cine durante esta nueva edición de la “fiesta del cine”. Guzmán escribe el guión de una manera muy personal, algo que se percibe cuando visionamos su película. En su trabajo como director cuenta con la ayuda de un experimentado director de fotografía, Josu Inchaustegui, colaborador habitual de Almodovar y Álex de la Iglesia. Por último está el reparto, compuesto tanto por actores conocidos como por un buen número de caras nuevas, entre los que se encuentran: Miguel Herrán, Antonio Bachiller, Luis Tosar, María Miguel y Antonia Guzmán.
Me esperaba otro tipo de película, mucho más seria en su perfil externo y no tan de chiste fácil. No me entiendan mal, no es un comentario negativo, en verdad hablamos de una comedia dramática muy entretenida, con altas dosis de realismo en cuanto a emociones y una admirable capacidad para transmitírselas al público. No debemos confundirnos con otro tipo de realismo, pues con respecto a la coherencia narrativa de algunas situaciones o soluciones, el guión deja mucho que desear. Guzmán ha llevado a cabo un proyecto que se siente personal en todo momento, a través de lo que mejor conoce, la comedia. Puede que por fuera el filme parezca un entretenimiento ligero pero si nos adentramos un poco, observamos una capacidad de observación precisa y aguda, que saca a relucir los mejores aspectos a reseñar. Y precisamente a eso me refería al inicio de este párrafo, su exterior es paradigmático del humor español: socarrón y bobalicón, (y en este caso, a menudo encantador); es sin embargo en su interior donde reside ese mensaje más maduro y reflexivo. Estamos ante un vivo y muy acertado retrato de la adolescencia, con sus miedos, sus incertidumbres, su afán de descubrimientos, desengaños y todo un abanico de emociones a flor de piel.
El guión no abusa de efectismo alguno, si bien cae en un buen número de clichés, soluciones tramposas y giros mal resueltos. Así pues, Guzmán como guionista es excelente a la hora de observar momentos sencillos añadiéndoles un incalculable valor dramático, pero falla en otros elementos relacionados con un estadio de narración más directo o “superficial”. En su trabajo como director sale muy bien parado y más que seguro que para algunos este será el mejor debut de un español en 2015. No sólo por la personalidad con la que narra esta historia, es el dinamismo, el espíritu de rebelde buscavidas que el cineasta parece comprender y compartir totalmente con su personaje protagonista. Un personaje interpretado de forma elogiable por uno de los nuevos descubrimientos de la temporada, Miguel Herrán, un chaval normal y corriente que desprende naturalidad por los cuatro costados. Lo mismo hay que decir del resto de secundarios (Antonio Bachiller, Patricia Santos, etc), que ponen su grano de arena para convertir esta historia en algo más.
Un debut competente que fija nuestra atención en varias promesas de cara al futuro. En primer lugar en Daniel Guzmán, un cineasta y narrador urbano con una capacidad de atención sorprendente. En segundo lugar, un par de jóvenes actores con mucho potencial, Miguel Herrán y Antonio Bachiller, que han demostrado su buen hacer trabajando mano a mano con profesionales de la industria. “A cambio de nada” es una película casi siempre interesante, divertida y bien hecha, que convierte su sencillez en una fortaleza. Es una buena decisión para el último día de la “fiesta del cine”, se la aconsejo.
Alejandro Arranz
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