-Ni obra menor ni obra maestra, sencillamente una buena película de Woody Allen. Lo que quiere decir que es inteligente, interesante, reflexiva, divertida y muy ácida.
-El increíble dúo protagonista dota al filme de una fascinante humanidad. Allen logra un par de momentos que nos recuerdan lo bueno que puede llegar a ser.
Muchos llevan años diciendo que el genio de Nueva York ha perdido toda su esencia y potencial para contar historias brillantes como las de antaño. Cierto es que hace mucho que no entrega un “Annie Hall” pero eso no es algo de lo que avergonzarse ni minimamente. Mr. Allen continúa entregando películas repletas de ingenio, negrura, ironía y personajes desequilibrados, que si bien no le llegan a la suela a sus grandes obras, ni tampoco a sus películas de antes, le aportan mucho más al espectador por el precio de una entrada que casi cualquier otra película que se estrena en cartelera semana tras semana. Entre tantas obras menores, “Blue Jasmine” sobresalió como si de un diamante se tratase y nos fascinó a todos. Era una película magnífica, de lo mejorcito de Allen en más de una década y mucho de ello se lo debemos a Cate Blanchett, que se sabía que iba a ganar el Oscar meses antes de que salieran las nominaciones. Después vino “Magia a la luz de la luna”, una comedia romántica ambientada en los años 20 que definía a la perfección el término antes mencionado de “obra menor”. Entretenida, inofensiva y en especial olvidable, acababa con las esperanzas de que tras “Blue Jasmine”, el genio Allen volviera a sus mejores momentos. Su nueva película es un perspicaz juego de géneros con un reparto que la hace completamente irresistible. Joaquin Phoenix y Emma Stone, dos de los mejores rostros que nos podemos encontrar en el panorama actual, protagonizan esta nueva comedia dramática que sin ser una de las mejores cintas del cineasta les aseguro que no olvidarán al día siguiente.
La premisa no tiene originalidad alguna, no obstante Allen le da un giro oscuro e inquietantemente divertido que lleva la película a un territorio bien distinto. Dos personajes nos narran la historia desde sus diferentes puntos de vista. Por un lado Abe (Joaquin Phoenix), prestigioso profesor de filosofía en plena crisis existencial que llega a una nueva Universidad (ese hombre irracional del que habla la película): un hombre roto, pesimista, cínico y con un pasado tan desmesuradamente trágico que puede llegar a resultar cómico. Abe no cree que su vida valga para nada, le resulta superficial, no cree que pueda hacer nada para cambiar el mundo y ya nada le apasiona ni le excita. Prácticamente parafraseándolo: ni sus libros van a suponer un cambio, ni sus mediocres e ignorantes alumnos van a llegar a hacer nada trascendental. Por otro lado tenemos a Jill (Emma Stone), la alumna estrella del recién llegado: optimista, romántica, en busca de nuevas experiencias y que en seguida quedará hechizada y fascinada por su profesor. Hasta ahí lo que podría ser una comedia-drama romántica/o al uso, sin embargo con uno de sus famosos movimientos laterales de cámara, Allen encuentra el punto de giro que nos lleva de esa amable comedia a un oscuro relato criminal con naturaleza dostoievskiana. Ese giro narrativo que funciona paralelamente como revelación existencial del personaje de Phoenix, convierte lo que parecía otra “Magic in the Moonlight” en algo más cercano a "Crimes and Misdemeanors" o “Match Point”.
La filosofía no se puede aplicar a la vida, porque ambas chocan sin poder impedirlo, algo que la película muestra desde los inconvenientes de la utopía de Kant de los que nos habla Abe en su clase, hasta los sucesos de la propia historia en el devenir de los acontecimientos y que conforma la condena del llamado hombre irracional. Y es que bajo lo que aparenta ser un relato liviano y sencillo, se esconde un feroz drama tan perturbador, intelectual y ácido como decididamente divertido, que nos habla entre otras cosas sobre el sentido de la vida, la condición humana, el azar, el amor y el asesinato perfecto. Temas universales y de gran seriedad que el gran Allen decide tratar con genialidad a través del humor, mientras deja otros dos momentos de gran importancia como ese magnífico primer plano de Joaquin Phoenix o el brillante desenlace, con el azar y la ironía como protagonistas, que llegan para darle la razón al protagonista y hacerle consciente del conjunto de decisiones y su importancia. Y aunque podría seguir escribiendo hojas y hojas de reflexiones sobre Allen, Dostoievski y Abe (no busco sonar pedante sino interesado por el tema) la verdad es que sólo me queda elogiar el trabajo de los intérpretes. Un Joaquin Phoenix irreconocible e igualmente genial que regala otro trabajo impagable, y en la otra cara de la moneda una Emma Stone llena de humanidad, de vida, de emociones que sigue demostrando ser una de las mejores actrices de su generación.
El nuevo trabajo de Woody Allen tiene las suficientes cualidades para divertir, sorprender moderadamente y generar todo tipo de debates interesantes con sus amistades. Es un thriller dramático lleno de interés y que se ve muy bien a pesar de sobrarle una ínfima pizca de verborrea intelectualoide, aunque sea de forma satírica. Quizás no sea el filme en el que Allen pueda presumir de una mejor puesta en escena, puede que su banda sonora resulte repetitiva e incluso que su guión repase variedad de temas que ha tratado anteriormente -y mejor- en su filmografía, pero es una buena película, es inteligente, divertida y está muy bien interpretada.
Alejandro Arranz
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