-Un excelente estudio de personajes que se divide entre el thriller de espionaje y el drama judicial. Tom Hanks y Mark Rylance están fantásticos.
-Spielberg da una lección de narración clásica, de dominio de cualquier género. “Bridge of Spies” es cine maduro, inteligente, profundo, complejo y realizado con precisión milimétrica.
Hace años que el genio Steven Spielberg no deja huella como antaño con sus películas. A pesar de que sus trabajos tras las cámaras siguen denotando la habilidad de un maestro, a muchos no les gustaron sus divertidas comedias ligeras (“La terminal”), tampoco sus fascinantes cintas políticas (“Munich”, “Lincoln”) y mucho menos sus infravalorados remakes y secuelas (“La guerra de los mundos”, “Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal”). Pareció tocar fondo al intentar volver a sus orígenes con “War Horse”, un melodrama empalagoso para toda la familia que a pesar de trazos de gran cine, su irregularidad y muchos otros problemas la colocaban entre las peores películas de la carrera de este personal cineasta. “Lincoln” fue una película muy arriesgada, porque en ese retrato tan político de una parte de la historia y de uno de los presidentes estadounidenses más importantes, no había lugar para su público habitual. No seré yo quien diga que es una película sin problemas, pero personalmente me parece un increíble drama histórico que prestó más atención a los detalles políticos que casi ninguna otra película en la historia del cine. Volviendo al tema en cuestión, aunque Spielberg no marque generaciones como antes, continúa haciendo el cine que a él le interesa y es innegable que tiene ojo para esas historias no tan conocidas que están repletas de grandeza. En esta ocasión vuelve a dejarse llevar por su amor por la historia, y nos trae “Bridge of Spies”, una historia real sucedida durante la Guerra Fría en pleno Telón de Acero. El guión corre a cargo de Matt Charman (“Suite Francesa”) y los hermanos Coen. Es una nueva apuesta arriesgada -de cara a la taquilla- pero para cierto segmento del público, se postulaba como una de las mejores películas del año. Vamos a descubrir si ha vuelto el mejor Spielberg.
El comienzo de la cinta es magnífico, un ejercicio de gran cine en el que el director construye con solidez todos los cimientos sobre los que va a levantar su película. Los tiempos y la formulación de la tensión son dignos de los grandes maestros del cine clásico. La palabra clave, clásico, es exactamente lo que quería Spielberg, un ejercicio de cine clásico, cocido a fuego lento lento pero nunca aburrido, centrado en el diálogo y los personajes pero siempre perspicaz y dinámico. Cine complejo pero familiar, íntimo pero de grandes hazañas y sobre todo de valores universales. Quizás una de las mayores fortalezas es que al director se le quita casi por completo ese complejo por mostrar en demasía su irritante patriotismo, aunque muchos otros tics problematicos se mantengan. El trabajo de dirección, salvo por esos “tics” personales del cineasta, es espléndido. Una extraña mezcla entre Capra y John le Carré en la que Spielberg demuestra poder con cualquier género y tener la habilidad de adaptar cualquier historia o tema a los estándares del entretenimiento popular. Aparte del tempo, la sobriedad, la minuciosidad, la atmósfera, el clasicismo, esa melancolia que se respira en el aire y lo bien introducido que está el humor, también tenemos el juego con fascinantes simbolismos, paralelismos, leitmotivs y metáforas con los que el director no sólo crea un robusto retrato de una época y dos potencias contrarias, sino que continúa desarrollando a ese héroe "Spielbergiano" en constante evolución. Ese Tom Hanks vestido con ese prodigioso abrigo de la quinta avenida (chiste y metáfora para la posteridad) que nos recuerda mucho a Atticus Finch. Un caballero sin espada y mas tarde sin abrigo que a pesar del resfriado defiende la constitución con su don de la palabra y una voluntad y firmeza de acero. Al buen personaje hay que sumarle la labor de Hanks, que entra al top de mejores interpretaciones masculinas del año, sin quitarle méritos a un fabuloso Mark Rylance como contracara de la moneda.
El guión de los Coen y Charman es excelente, casi nunca se deja llevar por el maniqueísmo que habitualmente inundaría este tipo de película americana y se conforma como un magnífico transmisor de valores que no alecciona ni da discursos, paradigma de esto es esa relación que mantienen los personajes de Hanks y Rylance incluso cuando son soldados de bandos contrarios. En relación al maniqueísmo antes mencionado es de elogiar que el guión juegue con tonos de gris en ambos bandos aunque finalmente todo acabé como es de esperar. Los diálogos son magníficos, es una película que no habla por hablar, lo que dice es lo necesario, y resulta agudo, inteligente, preciso y con significado. Si hay algo que criticar además de buena parte del desenlace y algunos problemas pasajeros, serían algunas escenas, aparentes subtramas que acaban siendo nada más que relleno. Por otro lado como estudio de personajes, hay algunos de ellos que hubiera necesitado más que unas simples pinceladas. Todos sabemos que el señor Spielberg se deja llevar en los finales y suele ofrecer media docena de ellos a cada cual peor, nunca ha sido lo suyo concluir una película, sin embargo aquí el desenlace no es tan malo como podría haber sido. La escena del puente es probablemente una de las mejores metáforas que se han rodado sobre la guerra fría y cinematográficamente es impecable. Sin embargo tras ella hay otras 3 o 4 escenas que diluyen la fuerza de la conclusión siguiendo ese mencionado modelo de final “made in Spielberg”. Por último antes de las conclusiones me queda hablar de dos apartados del filme. En primer lugar el montaje, que en ocasiones me resulta realmente confuso y en otras muy poco estético (por momentos creí que iba a ver “War Horse”), después elogiar la partitura musical de Thomas Newman (“Camino a la perdición”, “Skyfall”) que sustituye con suma corrección a nuestro querido John Williams.
Steven Spielberg vuelve a demostrar que es un director genuino y que puede con cualquier historia o género. Es un trabajo muy personal del que sale muy bien parado y aunque los jóvenes rechazen una propuesta tan clásica, el resto de su público probablemente salga enormemente satisfecho de su nueva película. No es una película perfecta ni mucho menos, tiene problemas de guión y manías irritantes en la dirección, pero cuenta una historia que merece ser contada y lo hace con maestría en muchos campos. Le sobra metraje pero el que no sobra es cautivador, el reparto funciona a la perfección y en última instancia “Bridge of Spies” es la película de espías que muchos estabamos esperando. Y a día de hoy, uno de los mejores filmes del 2015.
Alejandro Arranz
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