-Una gran historia contada con energía, humor y un reparto de actores en estado de gracia. Trumbo no está a la altura de su figura protagonista, pero es una película del todo recomendable.
-Bryan Cranston parece haber nacido para el papel, propone una fascinante mirada al personaje, le aporta matices y recita los diálogos como un adiestrado púgil en el ring. Quizás en su carrera por el Oscar hubiera merecido un año con menos competencia.
Recuerdo cuando los Oscar aún tenían un premio a la “Mejor Historia”. Este biopic se hubiera llevado el galardón en esta edición, con casi toda seguridad, y lo hubiera merecido. John McNamara (“Aquarius”) se encarga de escribir una biografía ficcionada del famoso guionista Dalton Trumbo, que le brindaría al séptimo arte clásicos como “Roman Holiday” o “Espartaco” antes y después de ser introducido en la famosa lista negra -y encarcelado- durante la caza de brujas de McCarthy. Incluso adaptó su propia novela para llevarla a la gran pantalla y debutando a su vez en la dirección (aunque no volvería a intentarlo nunca, no era lo suyo), el resultado, una implacable y feroz película antibelicista que desde luego se convirtió en un clásico, su título: “Johnny cogió su fusil”. Jay Roach (“Los padres de él”) se encarga de la dirección de este biopic, y para dar vida al mismisimo personaje protagonista tenemos a un resucitado Bryan Cranston, que viene dispuesto a llevarse un merecido Oscar a su casa. Respaldándole están algunos grandes secundarios, entre ellos: Diane Lane, Helen Mirren, John Goodman, Elle Fanning, Louis C.K. y Michael Stuhlbarg. Con todos estos ingredientes se postulaba un biopic excelente que muchos esperábamos tuviera el mismo ingenio y la lengua afilada del guionista al que hace honor, al tiempo que nos recordara el poder del cine como transmisor de ideales y valores. ¿Lo ha logrado el filme?
Sí y no es mi respuesta. A favor está su dinamismo, su sagacidad y la capacidad de atragantar al espectador a través de su aparente fino humor. Y es que “Trumbo” avanza de forma ligera, logra entretener siempre y son constantes los diálogos ágiles, sarcásticos y mucho más inteligentes de lo que pueden parecer a primera vista. En este sentido la cinta recuerda a su guionista, es aguda y divertida pero sabe quemar cuando es necesario; pues en verdad McNamara no hace sino narrarnos el horror pero mediante la comedia, utilizando una ingeniosa gama de grises y haciendo mucho más digerible el producto, pero finalmente cometiendo el error de "livianizarlo" en exceso. Ahí llego a un problema del guión, y es que aunque es perspicaz y se aleja de decisiones fáciles, también desaprovecha muchas buenas oportunidades y temas atractivos. Del mismo modo da la impresión de que se ha simplificado todo demasiado, porque estamos hablando de una época que da para un “Boardwalk Empire” por lo menos, mientras que aquí el guionista debe resumirlo todo en 124 minutos a través de la comedia, al tiempo que firma esa especie de carta de amor al cine clásico, que trata las subtramas familiares y teje otras relaciones del protagonista que impulsan la evolución del mismo, y todo ello teniendo en cuenta que, sin desmerecerlo lo más mínimo, es un guionista de televisión. Hago hincapié en que no tengo ningún prejuicio contra los guionistas televisivos, pero no es ni parecido escribir un guión de un capítulo de una serie, que un biopic cinematográfico que dura el triple y aspira a los grandes premios. Volviendo al tema principal, la película ficciona ciertos hechos, en materia de personajes es una elección correcta cuando crea alguno que funciona como herramienta dramática, es fallida cuando exagera demasiado a algunos históricos como es el caso de John Wayne. Todos sabemos que siempre que podía dejaba claras sus ideas derechistas y conservadoras (¿Quien no recuerda “El Álamo”), pero tampoco hacía falta retratarle como un activo cazador de comunistas que deja sin empleo a medio Hollywood. El último problema que le veo al guión es un cierto maniqueísmo que se deja ver en algunos diálogos donde la postura de sus responsables se expone con demasiada contundencia y subrayado.
Por tanto la película funciona mejor como inteligente biopic sobre un gran guionista en una de las épocas más oscuras, absurdas e inmorales de la historia de América y de Hollywood, que directamente como crítica y radiografía de esa época. Roach no aporta ningún estilo visual propio, pero zanja el encargo con competencia y sentido del ritmo. Así pues queda hablar del reparto, no sólo de un Cranston tan increíble como se podía esperar, sino de una más que correcta Diane Lane, una malvada aunque desaprovechada Helen Mirren, la siempre positiva aportación de Elle Fanning y en especial Michael Stuhlbarg, que le aporta interesantes aristas a su versión de Edward G. Robinson al tiempo que funciona como mecanismo dramático ideal para concluir la película. Y es que “Trumbo” gana enteros en sus últimos minutos, en especial en un último discurso que nos habla de como el tiempo aporta una mirada más madura y objetiva, de como se debe evitar recaer en los baches del pasado tanto si eres una persona, una industria o una nación; Bryan Cranston completa la actuación con una magnífica última escena en la que se deja muy claro que no hay buenos ni malos, pues todo el mundo puede cometer un error. Así que mi respuesta es más afirmativa que negativa, pues “Trumbo” es un biopic que recuerda (aunque no le haga justicia) mucho a la figura que retrata y al que se asocian muchos adjetivos elogiosos. Es una película muy entretenida, ingeniosa y divertida, con una gran historia, algunas líneas de diálogo memorables y un pletórico Bryan Cranston. ¿Qué más necesitan ustedes para ir al cine?
Alejandro Arranz
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