-Una historia fascinante contada con poco riesgo y demasiadas facilidades para el espectador, pero con efectividad demostrada. Smith en una de sus mejores interpretaciones.
-El guión es muy irregular, tiene grandezas bien visibles pero también algunos problemas que Landesman acentúa con insistencia.
Peter Landesman es un periodista de investigación estadounidense convertido en guionista y director de cine y al que se conoce por su trabajo en películas como “Parkland” y “Kill the Messenger”. Es deducible según su curriculum, que le gustan las historias basadas en hechos reales y a poder ser, escabrosas. Como director deja bastante que desear, aunque sus guiones siempre contienen buen material y tratamientos interesantes. Con su nueva película reincide en el género de los hechos reales, esta vez para contarnos la historia del doctor Bennet Omalu, un neuropatólogo forense que descubrió el síndrome post conmoción cerebral, que causó tanto daño a muchos jugadores de fútbol americano (y a sus familias) y que provocó los suicidios de antiguas estrellas de la liga NFL. El guión corre a cargo del propio Landesman y para interpretar a Omalu tenemos a un excelente Will Smith, que reafirma una vuelta al cine en plena forma (“Focus” fue sólo el arranque) tras unos años más bien flojos. Además viene rodeado de un elenco de secundarios bien atractivo, entre ellos: Gugu Mbatha-Raw, Alec Baldwin, Eddie Marsan, David Morse, Stephen Moyer y Luke Wilson. Ahora bien, aunque las intenciones del filme son muy buenas, queda decidir si sus resultados son aceptables, si se anota un “touchdown” o si todo termina con un pase incompleto.A favor de Landesman están desde el primer momento la historia y su reparto, su cometido es aprovecharlos bien. Respecto a su trabajo tras las cámaras hay que hablar de corrección, el director tiene sentido del ritmo y sabe lo que se hace. Consigue que la película te mantenga pegado al asiento y entretenido, el problema es que su labor peca de un condescendiente y cómodo academicismo, que se conforma con dejar en manos de esa historia y sus actores el trabajo sucio. De este modo la realización es plana, cuenta la historia con pragmatismo, tomando los caminos fáciles, con un guión técnico más propio de un estudiante de cine que de un profesional nominado al León de Oro. No obstante es de elogio su habilidad narrativa, aunque ésta sirva a unos objetivos de cierre argumental y reflexivo cuanto menos cuestionables. Aparte habría que mencionar cierta tendencia al perfil lloroso. El reparto lo maneja mejor, consigue que todos los actores formen parte de un todo y aporten a la historia: Albert Brooks, Alec Baldwik o David Morse son algunos buenos ejemplos. Sin embargo no se puede zanjar el tema sin hablar de la mayor baza y virtud del filme, el señor Will Smith. Y es que aunque la película sea un vehículo de lucimiento para el actor (le da muchas oportunidades para brillar), el carismático intérprete no ha tomado caminos fáciles, se ha comprometido mucho y parece haber interiorizado muy bien a Omalu. Asombra el parecido de sus comportamientos, las velocidades del habla y además el modo con el que “clava” el acento nigeriano que bien le hubiera valido una nominación al Oscar.
El guión (que tiene claras influencias de “El dilema” de Michael Mann) está calculado al milímetro y en parte gracias a ésto demuestra una gran habilidad para transmitir sus mensajes al público, sin embargo la calidad del libreto es desigual en sus diferentes apartados. Como fábula moral configurada cuan thriller y con la medicina como centro, se muestra inteligente y es estupendo que preste tanta atención a los detalles de la ciencia y que sepa manejarlos de forma concisa y comprensible para el gran público. Sin embargo como drama la película patina constantemente, por el exceso de clichés que maneja, por esa manía de reiterar unas insustanciales, ingenuas y poco sutiles líneas de diálogo relacionadas con la religión o américa, y en especial por sus personajes. Pues a pesar de que los intérpretes están fabulosos, los personajes son estereotipos con una evolución planeada y previsible, y el personaje principal camina permanentemente en la línea de lo hagiográfico, siguiendo esa estela de trabajos dramáticos de Will Smith con ese personaje suyo que lucha por convertirse en el ideal ciudadano americano. Para maximizar el calado de la historia lo suyo hubiera sido enfocar más el thriller y menos ese chirriante drama, quitar el rollo espiritual, el patriotismo y los tópicos redentores. Como último apunte, aplaudo que los temas deportivos no interfieran tanto como para que los no forofos rechacen la cinta o no la comprendan.
Landesman entrega una película enormemente absorbente y entretenida que contiene algunas escenas y diálogos magníficos e intensos. La historia es muy buena y resulta fácil empatizar con lo que ocurre, no obstante le falta garra o ambición transgresora (no confundan esto con carencia de subrayados) para sacarle el máximo partido al peliagudo tema que trata. Falla demasiado como drama por carencia de conflictos, personajes sinópticos sin aristas y exceso de decisiones manidas; como thriller aunque es inteligente y competente, no escarba lo suficiente en la materia. Pese a todo esto, con sus admirables aspiraciones, su previsible trama y sus formas esquemáticas pero funcionales, “Concussion” es una película ganadora, aunque gane con un “Field Goal” en lugar de con un “Touchdown”. Sorprendente escena final.
Alejandro Arranz
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