sábado, 11 de febrero de 2017

Crítica de "Moonlight"

-No hay forma de expresar con palabras lo hondo que llega a calar esta película. Es cine que se vive y se respira, que se siente.

-Una de las películas más importantes de los últimos años.

Voy a escribir esta crítica de una forma diferente al resto. Normalmente creo que hay que dejar reposar una película, analizar con detenimiento en retrospectiva y seguir extrayendo antes de ponerse frente al teclado. Pero esta es una crítica diferente para una película diferente, especial. Estamos ante el segundo largometraje de Barry Jenkins (Medicine for Melancholy), pero nadie diría que un diamante como este, tan pulido, tan sorprendente, inesperado, demoledor y cautivador; pueda ser cosa de un cuasi-debutante. Voy a contaros con las emociones a flor de piel, porque esta es una de las joyas cinematográficas del año, puede que de los últimos años, y porque estar nominada al Oscar es un logro menor, muy por debajo de lo que va a significar para el espectador. Pero también es cierto que no deseo privaros de su visionado ni corromperlo, así que seré breve.

Moonlight es un tríptico sobre la vida de un chico afroamericano criado en un barrio marginal de Miami. El nombre del chico es Chiron, aunque en cada uno de las tres tramos de su vida que le acompañaremos, será llamado por un nombre diferente e interpretado por un actor distinto (Alex Hibbert, Ashton Sanders y Trevante Rhodes). Jenkins pone su cámara al servicio de la historia y a menudo logra el virtuosismo sin buscarlo, por medio de sus travellings circulares, unos hermosos primeros planos y la forma de -literalmente- seguir a su protagonista durante esos momentos clave de su vida que le irán dando forma. Todo funciona porque lo importante siempre son los personajes. No obstante la perfección de las escenas se debe a la suma de las partes.

La increíble fotografía de James Laxton que maravilla en los ambientes nocturnos y en los diurnos, la banda sonora Nicholas Britell, las actuaciones de un reparto sensacional (soberbia Naomie Harris, excelente Mahershala Ali e infravalorado trabajo de Trevante Rhodes, digno de oscar), un trabajo de montaje que acaba de deslumbrar en la escena de la cafetería y un guion dispuesto a romper estereotipos para construir una historia real, humana, compleja y finalmente relevante. Bañada por la azulada -y triste- luz de la luna y por un tímido lirismo que te hechiza de principio a fin; sin que sobre ni una sola mirada, ni un solo diálogo, ni una sola caricia, ni un fotograma de esta historia de almas temerosas que esconden sus sentimientos, de este necesario cuento social, universal; sobre el pasado, el amor, la identidad, las decisiones y sobre la dificultad de ser diferente en un ambiente hostil y la necesidad de adaptarse para sobrevivir. Con la sombra de la masculinidad (o el machismo más bien) siempre al acecho, el protagonista debe disfrazarse, crearse una armadura que le proteja de los prejuicios y no deje salir su miedo, su dolor y sus emociones. Una dureza aparente que proteja su verdadero yo, frágil. Un yo que se ve sin problemas en cuanto le miras a los ojos, su alma desnuda.

Barry Jenkins rompe todos los esquemas con esta película tan personal. Ni hay truculencia ni manipulación emocional ni búsqueda de la corrección política. Hay emociones, hay energía, hay ternura, tristeza y también algo fantasmagórico que no sé muy bien como explicar. Es una obra de compleja, incómoda e insondable delicadeza, que alcanza su universalidad desde su insólita intimidad para volverse inmensa. Una obra de arte que te toca el alma y puede cambiarte la vida. Hasta el título es perfecto, Moonlight.


Alejandro Arranz

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