lunes, 6 de febrero de 2017

Crítica de "Resident Evil: Capítulo Final"

-Puede que sea la más aberrante de todas, necesitaría un medidor especial para comparar el martirio y la indolencia que me provoca esta saga.

-Si te estás preguntando porque mi primera frase sobre esta película es negativa, eres una persona con la que no me interesa hablar; ojalá pudiera quitar tu visita de las estadísticas.

Intentaré ser muy breve en mis comentarios sobre este contenido supuestamente audiovisual del cual vengo a blasfemar. Me he dado cuenta de que la vida de un cinéfilo puede ser muy corta según lo que visiona y esta saga me ha estado chupando mi energía vital desde que surgiera en 2002. Pero también informo a cualquiera que se haya adentrado en este articulo, que cuando una película me lleva hasta la arcada o me cabrea especialmente, tiendo a ponerme irascible mientras escribo sobre ella y me alargo con un sinfín de improperios más o menos lúcidos, apreciación que dejo a su virtud. Soy un jugador habitual de videojuegos, y me encantaba la saga de Capcom hasta que los Resident Evil empezaron a ser juegos de acción dejando muy atrás aquello del “survival horror”. No he jugado a la última entrega que ha salido recientemente, tenía serias dudas acerca de su derecho a pertenecer a la saga, pero le echaré un vistazo, pues la última entrega de la “adaptación” cinematográfica, a cargo de Paul W.S. Anderson, me ha recordado que todo puede ser peor.

Hace un par de líneas he hablado de como estas películas me han ido chupando la energía vital, y respecto a eso tengo la interesante teoría de que Paul W.S. Anderson es un hechicero moderno, que se sirve de las nuevas tecnologías y el cine comercial para difundir su vudú mágico y zombificar al público de esta saga. A menudo pensar ésto me ayuda a comprender porque nadie ha intentando atentar contra su vida por hacer este tipo de “películas” y porque este intento de director y guionista carente de talento no se da cuenta de como infecta la cartelera con cada nuevo producto que saca. Pero centrémonos en este en particular, en el que Milla Jovovich vuelve a ser Alice, la dura protagonista de esta saga que no sólo ha ido endureciendo su personalidad, sino también sus huesos, aunque de eso hablaremos más tarde. Puede que primero deba explicar el motivo por el que me planté en la sala aunque sabía lo que me iba a encontrar. No fue cuestión de demostrar mi resistencia como si me enfrentara a un “Demon Souls” o un “Ninja Gaiden”, la intención era comprobar que esta cosa llegaba a su fin de verdad, que el sufrimiento no se alargaría más, aunque antes tuviera que soportar el clímax. Y si os soy sincero, es muy probable que sea la taquilla la que decida si quiere seguir viendo ésto, y no me fío del gran público, es una masa de idiotas.

Anderson intenta cerrar la saga por todo lo alto, con una montaña rusa de acción en la que el verdadero protagonista resulta ser el despropósito. Además ni siquiera se molesta en intentar estructurar una narración sólida o coherente, sólo una previsible línea recta de chorradas hasta un desenlace conocido y alargado con clones, resurrecciones, dos docenas de huesos rotos que unicamente enfatizan las ganas de hacer piruetas y una descacharrante aplicación a la que le faltaba algún “dlc” o micropago para funcionar correctamente. La dirección es pésima, tanto que no sé como los equipos tecnológicos no se suicidaban viendo la forma en la que los utilizaban o como la cabina de montaje no reventó en un fugaz intento de reivindicación. La cámara no para quieta ni medio segundo, que es la media de duración de los planos en este batiburrillo en el que nunca se distingue nada de lo que ocurre ni a los implicados. Luego están esos diálogos de serie B, tan absurdos y autoconscientes que rozan el límite de lo tolerable, si hubiera manera de vomitar recuerdos no hubiera dejado de meterme los dedos. Por último, se debe hablar de un trabajo de sonido que bien podría ser condenado por su insana insistencia en dejar sordo al espectador. Puesto que la empatía es imposible con semejantes personajes de cartón y actores de piedra, y se conoce que hay que estar mal acostumbrado o majara perdido para que algo de ésto te parezca emocionante, la banda sonora se propone subir los decibelios hasta que sientas algo, si es la perforación del tímpano o algún desprendimiento repentino, al menos te llevas un recuerdo.

Es curioso que en el cine siempre exista una cura para cualquier virus, por desgracia en la vida real está demostrado que no, y por eso esta franquicia sigue extendiéndose. El hilarante rollo religioso y las resonancias del villano, el énfasis de la figura femenina y el insustancial desenlace político-social son algunas claves más del verdadero horror que nos ofrece esta película. Si no hay ni un solo plano que no sea vacío y desechable, ni un actor competente, ni una línea de diálogo que se defienda del aplastante y ruidoso absurdo; si sencillamente no hay nada en una película que merezca la pena ser visto ni por el precio reducido de la entrada ni gratis; ni un solo elemento que compense la paciencia imperturbable que exige el producto; entonces es básicamente que no tiene valor alguno. Empieza pronto la carrera por el título a peor película de 2017 y el matrimonio Jovovich-Anderson apuesta muy fuerte. Por favor, esta vez que no reviva.


Alejandro Arranz

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