-Todo resulta forzado e irrisorio en este perezoso intento de reflotar la famosa franquicia.
-Los nuevos fichajes del reparto aportan lo más destacable de la cinta, que está a un paso de ser tan criminal como la piratería.
Recuerdo cuando llegaron los Piratas del Caribe al cine la primera vez, una magnífica forma de traer de vuelta un género de aventuras que me encantaba de niño. Resulta curioso que con cada nueva película la franquicia se haya acercado más a sus orígenes, las atracciones de un parque temático. De ahí salió la idea, simplemente Disney vio un buen filón y lo aprovechó. Ahora bien, cuando digo que se acerca a sus orígenes en este sentido, me refiero a que cada vez hay menos cine en estas películas y más entretenimiento mecánico para un gran público que disfruta de una fórmula calcada que se agotó hace mucho. Como cada nuevo viaje en una montaña rusa, cada nueva entrega sigue ofreciendo vaivenes, giros y hasta algún sobresalto, pero la sensación de subir una y otra vez en la misma atracción, pese a cierta nostalgia de la primera vez, es la de algo anodino, reiterativo y carente de ningún riesgo. A eso hay que sumarle uno de los problemas estrella de los últimos viajes de Jack Sparrow; la reducción al mínimo del género aventurero para dejar paso a un desesperante elemento de comedia caricaturesca. En este quinto filme pirata, cogen el testigo de Rob Marshall los directores Joachim Rønning y Espen Sandberg, con un curriculum entre la infumable “Bandidas” y la admirable “Kon-Tiki”. Al conocido reparto se unen algunas novedades, entre ellas: Javier Bardem, Brenton Thwaites, Kaya Scodelario y David Wenham. Veamos si el quinto viaje en esta atracción aún mantiene algo de interés, aunque sea por el mareo.