Entre anuncios de cerveza/lotería y olvidables regresiones hace ya demasiado tiempo que Amenábar no aterriza en las salas de cine españolas con una película que transmita verdadero interés. Es de esperar que, para muchos, sea su nuevo proyecto el que lo consiga; especialmente porque se trata del regreso del director a España, donde no rodaba desde hace 15 años, cuando realizó Mar adentro. En esta ocasión nos trae un drama histórico ambientado en el comienzo de la Guerra Civil, que traza un paralelismo entre los movimientos de Franco para hacerse con el poder y las decisiones tomadas por Miguel de Unamuno ante la sublevación nacional. El cineasta chileno-español nos transporta a la década de los 30 para ofrecer una oportuna disección de la historia pasada de nuestro país que llega dispuesta a abrir los ojos sobre nuestro convulso presente.
sábado, 28 de septiembre de 2019
Crítica de "Mientras dure la guerra"
jueves, 26 de septiembre de 2019
Crítica de "Ad Astra"
Volver a mirar a las estrellas. Eso es lo que nos pide James Gray con su última película. El regreso de uno de los cineastas más increíbles de la última década, ese heredero del clásico con el mejor de los alientos contemporáneos, contempla el espacio, la última frontera, y lo hace como la propuesta más ambiciosa de su carrera. Eso si es que alguna de sus películas no lo han sido. Nos acercamos a un futuro muy coherente con las expectativas actuales, donde la humanidad se ha expandido por el sistema solar colonizando planetas y explotando sus recursos de acuerdo a la necesidad insaciable de agotar la última de nuestras prórrogas en pos de las más insustancial de las banalidades. Desde ese punto de partida, con las estrellas como limite infinito para un cínico “progreso” basado en la deshumanización (consecuencia directa de un sistema restrictivo, imbuido de miedo y soledad, carente de empatía y que premia la frialdad mientras reprime las emociones), se plantea una odisea espacial, de carácter profundamente reflexivo, que le sirve al realizador y guionista para repasar una vez más los grandes temas que han marcado su filmografía (todo gira alrededor de un drama familiar). Un viaje al corazón de las tinieblas, ciertamente ideal teniendo en cuenta las influencias “coppolienses” del cine de Gray y su anterior trabajo, The Lost City of Z, con el que comparte notorias similitudes pese a que aquel río no terminara por desembocar completamente en vertientes conradnianas.
Crítica de “Once Upon a Time in... Hollywood”
Hacía ya tanto que no tenía la decencia y el valor necesarios para plantarme frente a la página en blanco y escribir que casi da la sensación de que vuelvo a necesitar los ruedines. Pero nada podía mantenerme alejado de mis responsabilidades tras visionar la novena película de Quentin Tarantino. El polémico cineasta ha decidido dejar de lado cualquier esquema esperado para crear una obra que es extraña y extraordinaria a partes iguales; divertida, ingeniosa, empática con sus personajes y mucho más compleja de lo que su apariencia deja entrever. Desde Jackie Brown que el director no ofrecía una película tan arriesgada, personal y redonda, tan antitarantiniana y profundamente brillante. Firma aquí un director tocado por la madurez, mesurado sin renunciar a su inconformismo, capaz de filtrar todas sus pasiones y fetiches (que no son pocos precisamente) a través de una historia sorprendentemente contemplativa y repleta de matices; en la que cabe su creatividad e ingenio al tiempo que se sosiegan sus tics más recargados. Muchos fans quedarán decepcionados con el Quentin tranquilo, pero es prácticamente perfecto.