Quién diría que ya han pasado diez años desde que pisamos Zombieland por primera vez. Por entonces Emma Stone aún no había conquistado Hollywood y el nombre de Jesse Eisenberg tan solo empezaba a sonar en el cine independiente gracias a Adventureland. Fue una sorpresa en toda regla, otra película de zombies en un momento en el que el género ya estaba bastante sobrecargado que por arte de magia funcionó a las mil maravillas. Su falta de pretensiones heredada de la mejor serie B, la palpable química del excelente reparto y su oportuna mezcla de mala leche, contagiosa irreverencia y accesible corazoncito conquistó a más espectadores de los que desencantó. Se trataba de un placer culpable muy bien planteado y ejecutado, con una fantástica coreografía que derrochaba estilo mientras equilibraba las dosis de comedia con la carnicería “romeresca”. Fue, sencilla y llanamente, un gratificante soplo de aire fresco. También fue la ópera prima de Ruben Fleischer, encargado de perpetrar la peor comedia romántico-sadomasoquista del año pasado (Venom). Es más, no ha hecho ninguna buena película desde aquel apocalipsis zombie, y tal vez por eso regresa con esta secuela tardía. Un “double tap” que llega con el género más agotado y moribundo que nunca. Y lamento decirles que no es un regreso en plena forma.
jueves, 24 de octubre de 2019
Crítica de “Zombieland: Mata y remata”
domingo, 20 de octubre de 2019
Crítica de "Noche de bodas" (Ready or Not)
Si me dijeran que me iba a divertir tanto con esta sangrienta farsa no me lo habría creído ni por asomo. Todo un acierto de Grand Guignol en clave de survival matrimonial pasado por el filtro de la comedia negra y que se permite tanto homenajes al slasher de antaño como una ligera capa de sátira hacia la clase alta y las instituciones anticuadas. Los directores Tyler Gillett y Matt Bettinelli-Olpin, que vuelven a colaborar tras aquel aburrido exorcismo de metraje encontrado que fue Devil's Due (2014), ofrecen una premisa rocambolesca y tontorrona que no se avergüenza de si misma ni se complica con innecesarias pretensiones, permitiendo que el divertimento pase por encima de todo lo demás (chúpate esa, empoderamiento femenino). Es hora de jugar.
viernes, 4 de octubre de 2019
Crítica de “Joker”
Caos. Puro, imparcial y liberador caos. Y también, desde tempranos inicios del cine mudo, profundamente divertido para el público. Por dar el contraste. Nadie podía prever con precisión lo que se nos venía encima con esta nueva versión de los orígenes del príncipe payaso del crimen. Todd Phillips, un tipo acostumbrado a vorágines universitarias y embrollos resacosos, escondía desde el principio un as en la manga. Había algo dentro de este cineasta, acechando en el fondo de esas comedias brutas pero filtradas, que ha decidido salir aquí y ahora, para darle -aberrante- corporeidad y miserable alma al nacimiento más aterrador desde Rosemary's Baby. Una comprensión tan clara del caos que solo ha podido desembocar en esta película incendiaria, virulenta y oscura. Una tragicomedia brillante, tan grotesca como nuestra corrompida existencia, tan caricaturesca como la insensible y prohibitiva estructura social que nos dirige y tan falaz como la supuesta moralidad que domina las delimitadas convicciones con las que deambulamos hacia nuestro fin. Vamos, acérquense, que un día sin risa es un día perdido.