-Bridget Jones vuelve con energía y cierta nostalgia, pero su excesivo amor por el patetismo y su inconcebible nivel de absurdo sumados a la vulgaridad e innecesariedad del conjunto; convierten esta secuela en un ridículo circo de los horrores.
-El reparto funciona tan bien como siempre y el regreso de Sharon Maguire es un soplo de aire fresco. No sé si reírme o llorar de vergüenza, decido hacer ambas cosas.
La primera entrega de esta trilogía (que adaptaba el best-seller de Helen Fielding), fue una agradable sorpresa para el género, que nos descubrió a un personaje encantador y honesto con el que podíamos empatizar como seres humanos. La película fue todo un éxito y lo de comer helado tras las rupturas se convirtió en un delicioso cliché. Tres años después y para intentar repetir el éxito de la original, Universal le pasaría el testigo a la directora Beeban Kidron (“El hombre que vino del mar”). La secuela no sólo no estuvo al nivel de la primera, sino que fue un desastre de la cabeza a los pies, convirtiendo al encantador personaje en una parodia de si mismo que resultaba insultante para las mujeres. Ahora, doce años después, la saga regresa con la directora que lo empezó todo, a los mandos. Sharon Maguire es esa directora, y junto a Renée Zellweger y Colin Firth; representan los nombres importantes de esta secuela. Repiten algunos secundarios como: James Callis, Celia Imrie, Sally Phillips o Jim Broadbent. En cuanto al guión tenemos a tres encargados. Helen Fielding regresa para adaptar de nuevo a su personaje, le acompañan la magnífica Emma Thompson y el espantoso Dan Mazer. Ahora que Bridget ha vuelto a los cines y a nuestras vidas, voy a deciros si debéis estar felices, comer helado, o pasar directamente al whiskey doble.
Sinceramente, no he pasado un mal rato con esta secuela. Ni me he aburrido, ni me ha ofendido como la segunda parte. No obstante es una película bastante lamentable. Claro está que Bridget no debió volver tras su primera aventura, pero en esta ocasión la historia resulta prometedora y parece poder acercarnos un poco más a Bridget, al mismo tiempo que el personaje desarrolla una madurez que le otorgan la edad y las decisiones. Todo esto no quiere decir que el personaje deba perder su torpeza o rasgos característicos, pero deberíamos apreciar interesantes cambios. Por supuesto todo esto son suposiciones. De hecho la película no hace nada de ésto y focaliza la torpeza de Bridget por encima de su humanidad, llevando el absurdo a niveles indecibles. El personaje ha perdido muchas de sus características principales y parece haber sido reducido a un revoltijo de imbecilidad, incompetencia, ignorancia y rasgos caricaturescos. Lo único realmente gracioso de la película es traer de vuelta a un personaje que nos hablaba de la importancia de aceptarse a uno mismo en contra de la tiranía de la imagen, con la cara de una actriz tan operada que en las cámaras lentas duele mirarla.
En algunas ocasiones (tres o cuatro) la película deja a un lado el sinfín de burdas y reiterativas chorradas carentes de ingenio y originalidad, y nos sorprende con escenas formadas de emociones honestas y conmovedoras, en las que Renée Zellweger resulta tan creíble y cálida como divertida. También hay algunos diálogos bastante agudos, casi todos en la boca de una Emma Thompson que se come cada escena convirtiéndose en el mejor -casi único- activo de la película; al igual que Hugh Grant lo fue en la segunda. El último elogio va para el triángulo amoroso, que pese a su previsible avance, resulta extremadamente funcional y diferente de lo que estamos acostumbrados a ver. Firth y Zellwegger aún funcionan bien en pantalla. En especial si tenemos en cuenta que esta película refuerza los arquetipos de mujer tonta y banal que encuentra la dimensionalidad con la maternidad y figura del hombre "pagafantas" máximo.
Todo es obvio, todo es burdo, todo es superficial, todo es patético y todo es caricatura en dos horas de constantes golpes y situaciones sencillamente humillantes que parecen haber sido ideadas por el gemelo inepto de Dan Mazer (es difícil creer que él sea el gemelo con talento). Pero con la energía que aporta la dirección de Maguire, me es imposible no reír aunque sea de la vergüenza absoluta que me provocan las tonterías. Así pues, salgo del cine confuso, sin saber que tipo de circo he visto, sin saber cual era la necesidad de traerlo a la ciudad y sabiendo que era realmente malo; pero me he entretenido aunque sea a costa de algunas neuronas. Ahora a olvidar el regreso de Bridget a mi vida, el whiskey doble parece la mejor elección.Alejandro Arranz
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