-Kevin Costner sale airoso de una propuesta en la que todo falla estrepitosamente. Es larga, tediosa, tonta, fea e irritante.
-El reparto está desperdiciado, la dirección es mala, el montaje peor y el guión para quemarlo y tirar las cenizas a un volcán en erupción.
Esta nueva apuesta del thriller scifi no pintaba nada mal en un principio. Ariel Vromen había dirigido The Iceman, un sombrío y muy interesante thriller mafioso que había gustado mucho a la crítica. Era el momento de que el director se asegurara una posición de interés para futuros proyectos. Además el guión corre a cargo de Douglas Cook y David Weisberg, guionistas de Double Jeopardy y la que ostenta el título de mejor película de Michael Bay, The Rock (para algunos ex-aequo con Pain & Gain). Y el reparto, protagonizado por un renacido Kevin Costner, tiene una lista de secundarios impresionante entre los que se encuentran: Gary Oldman, Tommy Lee Jones, Jordi Molla, Ryan Reynolds, Alice Eve, Gal Gadot y Michael Pitt. Con todo este equipo, una premisa bastante interesante y un trailer llamativo; todo apuntaba a que este decepcionante verano aún tenía alguna cosa que decir.
Pero nadie dijo que fuera buena. Así que nuestro odiado verano del 2016 decidió volver a hacerme sufrir en la sala. Porque aunque la premisa pintará interesante, todo lo demás no vale absolutamente nada. Desde el punto de partida el filme ya no se sostiene. El guion es espantoso. Era difícil escribir algo tan lioso, incoherente, contradictorio, insustancial e irrisorio. Y era aún más difícil manejarlo con tal nivel de seriedad como lo hace Vromen. Algo que vuelve todavía peor a la película, que ni siquiera es capaz de verse como una serie B sin sentido, sino que prefiere entenderse como un complejo entramado político, psicológico y emocional cuando es una chorrada tan vacía como inexplicablemente confusa. Un cruce discordante, formulario y soporífero entre Bourne, Sin identidad, La Jungla 4.0, Eternal y alguna de las muchas majaderías de Luc Besson. Y ni siquiera el increíble reparto mejora la propuesta. Todos están desaprovechados, algunos no sé ni para que salen y apenas dos de ellos se esfuerzan algo en que sus personajes parezcan mínimamente humanos. Este es el ejemplo de un Tommy Lee Jones con expresión de preocupación permanente hacia el protagonista, gracias a lo cual se forma una subtrama patética a todos los niveles. El otro es Costner, que resulta ser con diferencia lo único salvable de esta cinta. Entre héroe y villano, alternando la dureza, el chiste macarra y una ligera introspección.
La verdad es que no sé porque los actores se subieron a este barco, aunque está claro que sin ellos la película hubiera ido directa al mercado doméstico. Pero tampoco puedo culpar a los actores de no esforzarse cuando sus personajes son meros arquetipos sin motivaciones o coherencia interna. Véase el hacker de Michael Pitt, el innecesario y risible personaje de Alice Eve (ojo a esa relación que comparte con Gary Oldman, una frase), Gal Gadot en el lamentable rol de la mujer del protagonista y el villano de Jordi Molla, un anarquista español llamado Heimdhal, directamente sonrojante. El guion además de por personajes unidimensionales e innecesarios, está formado por diálogos pésimos de telefilme y una sarta de clichés a lo largo y ancho de dos aburridas y estiradas horas protagonizadas por personajes que corren de un lado para otro sin el mínimo interés. Y por último si pensáis refugiaros en la acción como último recurso, olvidar la idea. La dirección de Vromen es torpe y además el montaje es desastroso, haciendo liosa la acción en parte debido a su escepticismo para con el raccord. La guinda del pastel la ponen los “flashbacks”, esas fugaces y horribles sacudidas de imágenes que lograrían que apagáramos el televisor de no ser porque estamos en una sala de cine.
Entre el thriller genérico y el scifi estúpido se sitúa este bodrio infumable de Ariel Vromen. Criminal es como un calco de mil películas en la peor versión posible. Durante dos horas de "correcalles" sólo nos muestra personajes lamentables, escenas de acción confusas, agujeros de guion, paradojas, subtramas de chiste, diálogos perjudiciales para la salud e ideas a medio cocinar. Kevin Costner consigue -no sé como- salir airoso de este disparate manido, risible e inaguantable. Hacer la declaración de la renta es mucho más emocionante.
Alejandro Arranz
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