-Linklater lo ha vuelto a hacer: una película tan sincera como hermosa, un álbum de fotos lleno de momentos fascinantes y una de las mejores películas de la última década.
-Cine sin precedentes, un logro apasionante que desde la más pura de las sencilleces se convierte en una obra única y realmente especial; Boyhood renueva tus creencias en el poder del cine.
Richard Linklater es uno de los mejores cineastas del momento, tras finalizar el pasado año su magistral trilogía con una de las mejores películas románticas que he se han hecho jamás regresa a los cines con un proyecto muy personal, insólito y desde luego fascinante. 12 años de duro trabajo le han traído hasta aquí, tan solo 39 días de rodaje y una conmovedora historia que empieza en la niñez para llevarnos a través de primeras veces, descubrimientos, desilusiones, controversias y todo tipo de momentos aparentemente normales pero que conforman una obra de dimensiones catedralicias. Al mismo tiempo una película sencilla y un logro colosal, que pasa casi por un documental a nivel narrativo y que en 166 minutos logra nuestra total atención, sin ningún tipo de trampa ni truco efectista, es ingeniosa, dramática, franca, trascendental, revive muchos de nuestros recuerdos en un viaje como no hay otro, es sin duda una película sin imperfecciones, una obra maestra destinada a perdurar.
Boyhood no empieza por el principio ni acaba por el final, transcurre en un periodo intermedio de una vida, comenzando cuando su protagonista tiene tan solo seis años. Nunca se esfuerza por ser grandilocuente pero lo es, es significativa y relevante en todos los sentidos y eso lo consigue a través de una genuina sencillez; no cuenta con numerosas caras conocidas sino que confía en personas comunes para que el filme no se vea resentido por ciertas contrariedades, Ethan Hawke y Patricia Arquette son los únicos nombres afamados que podemos encontrar, en los roles de ambos padres de Mason (Ellar Coltrane), aún así el reparto al completo es fantástico, completamente creíble. La dirección es estupenda, los lugares comunes se vuelven extraordinarios en manos del señor Linklater y los diálogos (el guión también está escrito por él) son tan buenos como lo eran en “Antes del...”, además de llevarnos una vez más por todos los instantes que conforman la niñez, la adolescencia y la madurez también toca una variedad de temas muy extensa, incluso radiografía la historia de un país como Estados Unidos de una manera ingeniosa y deslumbrante. No consigo encontrarle ni una sola pega a esta película, como mucho -y con sorna- algún peinado de Mason que puede ofender a la vista pero por lo demás resulta perfecta: en su premisa, en el momento del visionado y más aún en la retrospectiva.
Es difícil llegar a aceptar la envergadura de este proyecto, una vida en imágenes ni más ni menos, la suma de instantes que conforman la vida de un ser humano, tan simples y habituales como sencillamente extraordinarios, la cámara de Linklater fotografía esos momentos como pocos lo han conseguido, con una sinceridad arrebatadora. Un bello viaje en el que Mason se mueve entre lugares diferentes y variedad de personajes realistas descritos con genialidad, no hay un sólo paso en falso ni un camino fácil, únicamente pura magia cinematográfica introduciéndose suavemente en tus venas, llegando a tu corazón y cambiando el significado de cine para siempre, demostrando que hace falta algo más que talento y que el cine puede llegar tan lejos como uno quiera, no hay palabras para expresar de cuantas maneras este filme de Linklater es una revolución, pero lo que se puede decir es que es maravilloso. En casi tres horas no he mirado el reloj nunca, no he apartado la vista de la pantalla y prácticamente no he pestañeado, el viaje que nos propone Linklater es hipnótico de principio a fin, desde ese fabuloso fotograma de apertura hasta el fotograma final, todo me ha resultado excepcional (salvo el doblaje, si podéis verla en VOS), os pido atención a su cautivadora banda sonora y a sus últimas líneas de guión.
Tras 12 años Richard Linklater ha terminado este mayúsculo proyecto sin precedentes para lograr un punto de inflexión, “Boyhood” es cine en su más alta expresión y merece perdurar en el tiempo. También es una de las películas más significativas del siglo que todo el mundo debe visionar, cambiará vuestra vida y vuestro modo de ver el cine. Es factible -aunque muy difícil- que alguna otra le quite el puesto de mejor película de 2014 pero es prácticamente imposible que ninguna le quite el de película más trascendente o revolucionaria del año, Linklater ha puesto las cartas sobre la mesa y ha creado un filme inconmensurable del que se hablará durante décadas, su efecto llega mucho más lejos de lo que su aparente sencillez permite ver y es que las palabras obra maestra pocas veces se utilizan con tanta razón como en esta ocasión.
Alejandro Arranz
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