-Échenle la culpa a Whedon, a Snyder, a los ejecutivos de Warner o a quien deseen. Justice League es, esencialmente, una mala película.
-Un batiburrillo estruendoso, deforme y manufacturado. Ni siquiera Martha podría salvar ésto.
Muchos vieron una chispa de esperanza para Warner en la Wonder Woman de Patty Jenkins, y aunque reconozco que era ligeramente más sólida que sus precedesoras de DC, no me hechizó más allá de lo que su efectiva y manida fórmula permitió. Era ligera, entretenida, políticamente correcta y para todos los públicos. Le daba al público lo que quería sin transmitir en exceso la necesidad de agradar y sin arriesgar ni un ápice. Dejaba atrás las ínfulas de oscura epicidad, densa poesía del caos y existencialismo bíblico de Zack Snyder, para entregar una aventura más luminosa pero mucho menos autoral y arriesgada; más plana y más fácil. Acto seguido tocaba el regreso de Snyder y la llegada de su JLA (Liga de la Justicia de América), un regreso truncado por una tragedia familiar que le obligó a abandonar la producción. Problema que Warner solucionó contratando a Joss Whedon, antaño maestro de ceremonias del UCM, para escribir nuevos diálogos, grabar dichas escenas y dar forma a un montaje propio que poder estrenar en cines. Whedon ha cortado mucho metraje del montaje final, ha contratado al compositor Danny Elfman para sustituir a Junkie XL y ha añadido sus reconocibles escenas engendrando a la criatura que finalmente podemos ver en el cine. Una especie de Frankestein sin alma, moribundo e incapaz de mantener unidos sus deshilachados pedazos.