viernes, 6 de marzo de 2020

Lista de las 10 mejores películas de 2018 (por orden de preferencia)

Ha sido difícil, más difícil que nunca, pero llega el final de otra aventura anual que me ha llevado a perseguir y visionar un sinfín de propuestas cinematográficas con el objetivo de elaborar mi lista de las 10 mejores películas del año según calendario internacional. Este artículo es el cierre de esa aventura, y espero que esta lista definitiva os ayude a descubrir ciertas joyas desconocidas y a darle otra oportunidad a filmes que tal vez no os acabaron de convencer en un primer momento. Estas son las diez mejores películas del 2018, por orden de preferencia.

1) Cold War.

Un clásico instantáneo, una obra de inmensa sutileza, de desoladora profundidad, de una autenticidad que quema. Pawlikowski nos mete de lleno en la Guerra Fría y hace que el tiempo, la música (un personaje más) y los ambientes se mezclen en esa historia de amor imposible que se mueve por unas circunstancias políticas e históricas superiores a la voluntad de ambos protagonistas. Se vuelve palpable la trascendencia de los silencios, tan intensos como cada minuto que vivimos al lado de estas dos almas en persecución, entre las brillantes elipsis de una vida que espera otro momento, tal vez imperfecto, pero puro y resplandeciente, de unión.

2) Largo viaje hacia la noche.

Excepcional, poético y desgarrador viaje a través del tiempo, que traspasa las barreras de la mera experiencia cinematográfica para saltar a un vacío inabordable, a la hipnótica sensorialidad de lo indescifrable, y profundizar en las vicisitudes de todo cuanto existe, en la lucha entre lo nimio y lo trascendental, entre la forma y el fondo, entre la ambigüedad de la existencia terrenal y la intrigante realidad de los sueños.

3) Under the Silver Lake.

La película de culto del 2018. David Robert Mitchell regresa con un neo-noir millenial donde la cultura popular es el centro de todo, y que se expande en toda direcciones de una forma apasionante a través de sus imágenes, su música y su inabarcable catarata de referencias. Es probablemente el viaje más excéntrico (Lynch y Hitchcock se miran fijamente) y rebosante de ideas en el que perderse, un brillante y tragicómico cóctel de géneros que nos arrastra cautivados hacia el fondo de un microcosmos hipnótico, inquietante y metacultural para poner patas arriba las creencias de una generación perdida en su propio ombligo. Queda aplaudir a un cineasta que se arriesga y pone toda la carne en el asador con este viaje quijotesco, y sumergirnos con él en las profundidades de Silver Lake.

4) Burning.

Un thriller psicológico que le da un vuelco a la esencia misma del género para afrontar la historia con la traviesa certidumbre del circunloquio. Lee Chang-Dong no adapta a Murakami, ni siquiera libremente, sino que lo expande en infinitas direcciones para lograr una película insondable y fascinante a partes iguales.Brota algo tan ambiguo y contradictorio como la lucha de contrastes que enfrenta constantemente la historia. Una lucha de clases entre lo rural y lo urbano, entre la tradición y la occidentalidad, entre la ficción y la realidad, siempre guiada por el simbolismo de su enrarecida atmósfera, donde el protagonismo de lo prosaico es rodeado por un paisaje fantasmagórico, a veces poético, y una incertidumbre paranoica que abraza a sus complejos personajes mientras conversan tranquilamente. Sórdida y hermosa, contenida y violenta, extrañísima y prácticamente perfecta, se mete en tu cabeza para no salir de ahí.

5) Hereditary.

Ari Aster debuta con una obra maestra, meticulosa, opresiva, fascinante y sí, completamente terrorífica. Un drama que camina hacia la tragedia a fuego muy lento, que se adentra en el caos a través de un miedo delicado y preciso (dosificado con cuentagotas), que va destruyendo el suelo bajo nuestros pies hasta que caemos en lo más profundo. Uno de los mejores despertares del género del último siglo, que grita desde las profundidades con una voz propia que se termina de asimilar tras un clímax extraordinario, en una escena final sencillamente inolvidable.

6) Aniquilación.

Entre la insondable fascinación de lo incomprendido y la sempiterna supervivencia de lo emocional, entre la cerebralidad de un puzle y la delicadeza de su solución, Alex Garland erige uno de los thrillers de ciencia ficción más poderosos de los últimos años, saltando de lo terrorífico a lo hermoso en un camino que conduce hacia la abstracción más reveladora. El cineasta no hace ni una concesión comercial, entrega una obra muy personal, repleta de poesía, de riesgos y de aterradoras premoniciones futuras; que concluye con un clímax final tan atrevido como incontestable.

7) Roma.

Cuarón captura mucho más que un tiempo y una sociedad a través este increíble pero doloroso lienzo neorrealista. Revive cada mota de polvo, cada haz de luz, cada sonido lejano y cada silencio roto para contar la historia de Cleo (y tantas otras mujeres), una odisea emocional demasiado difícil para ser retratada sin la ayuda de presagios folclóricos, la lucha de clases, los cambios históricos y hasta las mismísimas fuerzas de la naturaleza. La cámara del cineasta se convierte en el cincel más preciso para la construcción de ese universo, haciendo que cada detalle respire y que cada metáfora cuente, moviéndose con certera convicción entre la poesía y el naturalismo, entre la grandilocuencia y la sensibilidad más delicada, para alcanzar una armonía sobrenatural. La película de Cuarón está tan rebosante de historia, de lucha, de ira y amor contenidos, de sentimientos demasiado difíciles para ser aceptados, que llegado el momento la explosión es devastadora. Su admirable y vigoroso compromiso con el tiempo, el lenguaje y la vida lo lleva a alumbrar su trabajo más personal, su mejor película.

8) Un asunto de familia.

Koreeda regresa una vez más a todos los temas de su impecable obra con una historia que se desenreda con maestría y emoción a través de un sinfín de capas superpuestas. El cineasta se entrega de nuevo a la observación, al retrato veraz y comprensivo -aunque imparcial- de unos seres extraños y abandonados que contra todo pronóstico se unen para formar una unidad familiar. El tacto delicado tan reconocible se mezcla con un compleja profundización emocional e intermitentes cuestiones morales que desembocan en un tercer acto tan arriesgado como demoledor, con el que se confirma la infinita capacidad del director para seguir tratando los mismos temas sin agotarlos jamás.

9) Possum.

Y llega la sorpresa, una pequeña y aterradora película que se arrastra viscosamente y penetra por la pernera del pantalón para continuar subiendo hasta nuestra nuca causando el desazón con su escarpado deslizamiento, un sudor frío que susurra nuestros peores miedos y termina por revelarse como una de las mejores apuestas que el género ha dado en el último siglo. Una propuesta opresiva, espeluznante, hipnótica, con un poderío visual y simbólico que debe provenir del mismísimo tártaro.

10) Lazzaro feliz.

Es el lirismo imbuyendo la castidad del costumbrismo, con tacto sutil y mirada hechizada, con una energía que apenas se alcanza a recordar quizás de una vida pasada. Un lienzo naturalista y casi celestial que gravita cual virtuoso recuerdo en la inabordable inmensidad del cosmos, como una parábola humanista tocada por la gracia del mejor realismo mágico para hacernos reflexionar sobre la sociedad, la naturaleza, el tiempo, la memoria y la eternidad. Todo queda reflejado en la expresión pura y bondadosa de Adriano Tardiolo, la constante nuclear de ese universo neorrealista y mágico mediante el que Alice Rohrwacher rememora -con amor- todo el cine italiano precedente.


Alejandro Arranz

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