miércoles, 21 de octubre de 2015

Crítica de “Beasts of No Nation”

-Una historia desgarradora que ahonda en un cruel infierno terrenal y huye de cualquier manipulación. La película más aterradora del año.

-Cita obligada con el filme de Fukunaga. Una película que debe ser vista y que te devorará desde dentro, aunque la recompensa de tan agotadora experiencia se vea recompensada.

La mayoría conocerán el nombre de Cary Joji Fukunaga debido a la primera temporada de la serie “True Detective”, que se convirtió instantáneamente en una de las mejores obras que ha dado la televisión. Sin embargo el cineasta -y guionista- estadounidense tiene en su filmografía dos largometrajes bastante reconocidos. En primer lugar el drama social “Sin Nombre” con el que obtuvo en 2009 el premio de mejor dirección en el Festival de Sundance. Dos años después estrenó la adaptación de “Jane Eyre”, un excelente drama de época protagonizado por Mia Wasikowska y Michael Fassbender. En esta ocasión su nuevo proyecto es un drama bélico sobre los niños soldado. Esta película es la primera apuesta de “Netflix” en materia de largometrajes de ficción y se estrena en nuestro país junto con la llegada de la plataforma a tierras españolas. Fukunaga dirige, escribe el guión y se encarga de la fotografía mientras que en el elogiado reparto encontramos al joven debutante Abraham Attah como protagonista (nombrado mejor joven actor en “Venecia 72”) y a un temible lider guerrillero interpretado a la perfección por Idris Elba. Las excelentes críticas no han hecho más que alargar la espera, pero ayer con la llegada de Netflix por fin hemos podido “disfrutar” de este nuevo y necesario filme de Fukunaga.

Decir que es una de las mejores películas del año no expresa ni de lejos lo que significa esta obra. La radiografía precisa y realista de ese terrorífico submundo que se encuentra mucho más cerca de lo que queremos creer. El caos de un país (extiéndase ya puestos a un continente) en permanente guerra civil en la que nadie (ni un niño, ni un comandante) entiende los motivos de tanta muerte, tanta sangre, tanto miedo y tanto odio. Los ricos enriqueciéndose, los pobres muriendo por las balas, por el hambre, por las enfermedades o por cientos de motivos que uno no alcanza a comprender. Fukunaga busca la inocencia de un niño que no es sino uno de muchos, nos enseña su casa, a su familia y como vive alegremente dentro de una zona de seguridad. Y de un doloroso plumazo todo se ha desvanecido. No hay llantos, no hay cámaras lentas, no hay explicaciones, no hay músicas de fondo. Agu ha perdido todo lo que tenía y apenas alcanza a comprender el porqué, sólo le queda hablar con un Dios que por alguna razón incomprensible permite esta barbarie. Ahí entra en acción un brutal Idris Elba, que da vida a un personaje difícil y terrible hasta que prácticamente se convierte en él, una inquietante -de buena- interpretación en la que presume de un acento inconcebible. La relación entre estos personajes será fundamental en la narración y traerá algunas de las escenas más atroces (no siempre por lo que se ve, sino por lo que se intuye), en las que Fukunaga rehúsa de cualquier tipo de efectismo. El realismo es la base y el objetivo de “Beasts of No Nation”, lo que no evita que en ese infierno se pueda encontrar mucha belleza. El trabajo de fotografía es impresionante al igual que el fluido y extremadamente firme trabajo de cámara del director.

Si en la chaqueta metálica se mostraba la conversión de civiles en solados, aquí se nos muestra la conversión de niños en frías y despiadadas maquinas de matar. La infancia queda atrás y jamás se podrá recuperar, para sobrevivir sólo queda olvidar, renacer como un asesino y ser el primero en apretar el gatillo. El lavado de cerebro es aterrador, centrado en el resentimiento de los niños por la perdida de su anterior vida y muy probablemente de su familia. Sin embargo en medio de todo ese proceso Fukunaga encuentra tiempo para hablar -entre otros muchos temas- de la amistad de una forma hermosa y veraz. Agu como permanente narrador de sus pensamientos, reflexiona de forma fascinante sobre lo que vive y lo que le deparará la guerra; la interpretación de Abraham Attah es también formidable y merecedora de premios. Si hay algo que reprocharle al filme es cierto exceso de metraje que hace que el agotamiento de esta devastadora experiencia dure algo más de lo aconsejable para el gran público. Aún así el tramo final se aleja de nuevo de todo lo que podríamos esperar en este tipo de películas. Increíble el desenlace del personaje de Idris Elba e impecable la conclusión final de la cinta, sin adornos, en absoluto atenuante de lo visto hasta el momento. Simplemente un diálogo magistral seguido de un hermoso plano final que cierran una historia terrible, triste, real y necesaria de ser contada.

Netflix y Fukunaga entregan una película memorable, un drama bélico denso y profundo que nos muestra con toda honestidad y un realismo casi documental lo que sucede en ese continente. Podemos intentar olvidar que muy cerca de nosotros hay gente viviendo un auténtico infierno en la tierra, pero siempre habrá valientes como Fukunaga que nos pongan delante de nuestras narices lo que ocurre realmente. Sin bandejas de plata, sin melodramas baratos, sin cámaras lentas, sin música de fondo. Sólo horror, el horror del que hablaba Kurtz, del que hablaba Coppola, el que vive Agu y el que ahora nos enseña Fukunaga.


Alejandro Arranz

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