sábado, 4 de marzo de 2017

Crítica de "El viajante"

-Una película que sorprende y se pliega en cada nueva escena, cambiando nuestro punto de vista. Te absorbe, te perturba y te hace reflexionar.

-Aunque lejos de las mejores obras de Farhadi, estamos ante un inteligente y minucioso drama social; repleto de contrastes, reflejos y simbolismos fascinantes.

Es una pena no haber visto esta nueva película de Asghar Farhadi antes de la ceremonia de los Oscar. En vez de llevarme un chasco por la derrota de Toni Erdmann o quejarme por el olvido de la imborrable Elle, habría aplaudido un premio en absoluto desmerecido. Porque el cineasta iraní regresa a algunos temas que ha tratado con anterioridad, y lo hace con una fuerza notoria. Para ello se sirve de la famosa obra teatral del dramaturgo Arthur Miller, Muerte de un viajante. La película de Farhadi empieza con un intenso prólogo en el que los residentes deben abandonar su edificio a toda prisa, debido a la posibilidad de que éste se derrumbe. Puro caos filmado por una cámara en constante movimiento y zarandeo, que nos muestra como último plano de la escena, un cristal resquebrajado, metáfora perfecta de lo que viene a continuación.

La firma de Farhadi está ahí, el hecho azaroso que induce el cambio de la situación. Después asistimos a un thriller de venganza enmarcado en el retrato de una sociedad machista. Aunque esa es una definición escueta y carente de matices. El cineasta nos ofrece un drama psicológico de dolorosa actualidad y perfecto contexto, en relación a la humillación y la vergüenza, la culpa y la ira, la impotencia y la dificultad de afrontar lo que nuestros seres queridos pueden llegar a hacer o como son realmente. La obra de Miller aparece -o funciona- en dos niveles dentro de la cinta. En primer lugar como elemento argumental, pues los protagonistas son actores de la adaptación teatral. Por otro lado, funciona como elemento subyacente y simbólico en relación a la propia trama, enriqueciendo la tragedia de esta pareja quebrada, no por el azar, sino por el comportamiento masculino. El cineasta presta mucha atención a la carga de cada gesto y cada diálogo, es capaz de llenar la atmósfera de lo que está sucediendo entre cuatro paredes. Su control del ritmo ya era conocido y en algunas escenas el manejo de la tensión llega a ahogar al espectador, que nunca está cómodo. Todo está construido y narrado con precisión, cada matiz emocional y giro dramático, al menos hasta el potente tramo final; que pese a ser excelente, se alarga en demasía rozando el anticlímax. Ésto lo soluciona el devastador golpe final, que muestra -de nuevo- como nuestro mundo se puede derrumbar en un instante.

Salgo del cine con la sensación de tener algo en la garganta, la incomodidad se alarga más allá del metraje y da como resultado una larga y tendida reflexión sobre los temas y dilemas morales que expone la cámara de Farhadi. Sin duda El viajante es un regreso del cineasta a zonas ya transitadas, y aunque no alcance a sus obras más completas, es una película fascinante a varios niveles. Una historia representada en un juego de los espejos y un cristal quebrado, pero cuya síntesis encontramos al final, como una daga en el corazón.


Alejandro Arranz

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