miércoles, 29 de noviembre de 2017

Crítica de "En realidad nunca estuviste aquí"

-Hipnótico e incómodo. Uno de los thrillers con más personalidad e impacto del año.

-Su puesta en escena es vibrante y Phoenix compone otra interpretación memorable.

You Were Never Really Here es el regreso de Lynne Ramsay con su identidad intacta y sus formas mucho más maduras. La cineasta se apoya muy ligeramente en la novela homónima de Jonathan Ames para arrojarnos hacia una profunda pesadilla estilística en la que las imágenes y los sonidos dan forma al contenido. Su herramienta principal, además de centro gravitacional de la propuesta, es Joaquin Phoenix, esa infravalorada bestia interpretativa a la que no se le resiste nada, y que aquí encarna a Joe, uno de esos personajes rotos, solitarios y atormentados propios de las películas de Ramsay. El viaje que les espera desde aquí a los espectadores es sin duda uno de los más directos a la yugular que vayan a vivir esta temporada. Pero no se dejen guiar por las típicas frases de marketing que nos anuncian una de las mejores películas del año. Este no en un thriller que disfrutar, es más bien todo lo contrario, un noir incómodo que nos hace preguntas con respuestas que no nos van a gustar. Están avisados.

El argumento está reducido al mínimo aceptable, todo lo necesario lo encontramos en el cuerpo de Joe, en esa biografía hecha de cicatrices y fracturas, en su mirada vacía, en su deambular violento con el que recorre su camino hacia la deshumanización absoluta, hacia la nada. Joe es un veterano de guerra, un alma frágil y demacrada que ahora avanza a golpe de martillo castigando a tratantes de blancas por un buen precio, un sicario, un antihéroe cuya mente y espíritu se hallan definidos por sus heridas físicas, un cascarón hueco engendrado en la violencia e incapaz de salvarse a si mismo, en busca de un objetivo que le permita sobrevivir. Ese es Phoenix, en una de las interpretaciones más fabulosamente insondables y orgánicas del año, toda ella lenguaje corporal. La palabra brilla por su ausencia, Ramsay prefiere que sean sus imágenes las que hablen, centra toda la fuerza del relato en la corporeidad de Joe y desarrolla la relación con su madre en apenas tres escenas, siendo la última de ellas la más hermosa de la película, en la que Joe acepta su responsabilidad y emprende una redención vengativa al mismo tiempo que un descenso a los infiernos. Un ataque kamikaze que le llevará a caer en un agujero aún más profundo para resignarse con el sol del mediodía.

El viaje de Phoenix/Joe está guiado por una narrativa rota e in medias res, la cámara cercenadora de Ramsay, el excelente montaje de Joe Bini y el asfixiante trabajo de sonido de Jonny Greenwood, guitarrista de Radiohead y colaborador habitual de Paul Thomas Anderson. Con esos recursos la cineasta nos hace participes del mundo en el que vivimos. Un mundo cruel en el que las emociones que nos hacen humanos nos hacen también débiles, un mundo que crea o aprovecha personas inestables en su propio beneficio para luego repudiarles cuando no son necesarios y dejarles intentar sobrevivir con sus traumas persiguiéndolos. You Were Never Really Here mezcla lo real con lo imaginario creando la insignificancia de cualquier acción y la inexistencia de consecuencias. Un absurdo demasiado real, a golpe de martillo.


Alejandro Arranz

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