sábado, 16 de enero de 2016

Crítica de “The Hateful Eight”

-Tarantino ha hecho la película más autoconsciente de su propia genialidad. Creo que eso debería ser malo, pero la verdad es que me encanta toda esta bizarrada sanguinolienta, en especial porque sirve para hablar de temas importantes de una forma íntima y detallista.

-Si hay un reparto coral más hechizante este año yo aún no lo he visto. Jackson, Russell, Leigh y Goggins incendian la pantalla durante casi tres horas. ¿Dónde están el resto de nominaciones?

Nos encanta Quentin Tarantino, ese genio tan ególatra, infantil, maniático y excesivo pero absolutamente brillante. Sin duda es el director “mainstream” por excelencia, porque la violencia, el lenguaje malsonante, el humor negro y otros tantos elementos de su estilo son lo que le interesa al público de hoy en día. La mayoría de los espectadores de su cine no reparan en lo que nos quiere contar realmente, en los temas universales que se esconden debajo de todo ese envoltorio demencial y tan portentoso para algunos como irritante para otros. Sin embargo QT ha ido madurando como autor, interesándose cada vez más por temas e historias que hagan reflexionar al espectador, que le muevan a participar y opinar de lo que sucede hoy en día y lo que sucedió en el pasado. “Django Unchained” fue una película de este tipo, un gran tributo al Spaguetti Western que escondía en su interior mucho más que eso, una venganza que no oculta bajo el poncho sino una critica al pasado y presente de américa, una radiografía de la condición humana y también un documento a favor de los derechos civiles; pero claro, todo ello a punta de revolver y con la munición más eficiente de Tarantino, sus diálogos. En esta ocasión Quentin vuelve a probar con el género Western para volver a tratar todo tipo de temas universales pero desde un angulo distinto y con la cámara mucho más cercana a los detalles de esos temas, hallados todos ellos en una caseta en medio de la nada, ocupada por 8 odiosos y fabulosos personajes que en sus relaciones definirán las íntimas complejidades de las que nos quiere hablar Tarantino. El guión como debe ser, lo escribe el propio cineasta, y los ocho personajes están interpretados por lo siguientes actores: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Demian Bichir, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern y Michael Madsen. El filme ha sido rodado integramente en 65mm aunque la versión “roadshow” sólo se podrá ver -en nuestro país- en Barcelona, mientras que el resto del público verá la versión digital con el metraje recortado, siendo eliminados 3,48 minutos de obertura y 12 minutos de intermedio; una versión que según palabras de Tarantino “es mucho menos artística, para verla tranquilo en el sofá de casa”. Ahora que está estrenada, sólo queda preguntarse si Tarantino ha logrado sus propósitos o si la ambición le ha traicionado.

Tarantino ha sido esta vez más Tarantino que nunca, con todo lo bueno y lo malo que ello implica. Si hay algo malo que decir de esta película es que a lo largo de su extenso metraje se hace demasiado irregular en ciertos tramos. En realidad el filme está lejos de ser un western al uso, se parece mucho más a una novela negra de Agatha Christie formulada según la estructura de una obra teatral. Los dos primeros actos y una breve porción del tercero son una larguísima presentación de espacio y personajes cuya importancia se vuelve mucho más clara en un segundo visionado. Me permito pensar que el intermedio es fundamental, no sólo para descansar de lo mucho que enseña Tarantino sino más bien para reflexionar sobre lo dicho y mostrado e intentar unir cabos sobre lo que está por venir, lamentáblemente no he podido viajar a Barcelona para disfrutar del esplendor de la nueva proeza Tarantiniana y he visionado la versión recortada. Volviendo al tema, todos los personajes son excelentes en mayor o menor medida, algunos con una gran complejidad agudizada por los artistas que les dan vida. La forma en la que Kurt Russell escupe los diálogos, los inapreciables pero increíblemente informativos gestos de Samuel L. Jackson e incluso el breve pero potente trabajo de Bruce Dern, que dios le bendiga. Tarantino sigue siendo uno de los mejores directores de actores del momento, sabe sacar lo mejor de ellos, les aporta muchísima información y les deja libertad para que averigüen, reflexionen y en última instancia conviertan a ese personaje en suyo. Y puesto que estoy elogiando la labor de un reparto que tiene en su haber algunas de las mejores actuaciones del año, debo quejarme de que la academia sólo haya seleccionado a Leigh para optar a la estatuilla. Ella se hace con la función lentamente pero creo que L. Jackson se mantiene permanentemente como dueño de la pantalla. Si debo poner alguna pega sobre el elenco actoral será sobre Tim Roth, cuyo excéntrico personaje me parece un mero sustituto de Christoph Waltz.

Aunque la intriga va construyéndose desde los inicios, es a partir del tercer acto donde la cosa se calienta. En cuanto todos están en la mercería de Minnie, Quentin empieza a hacer de las suyas. El cineasta construye esa intriga cocida a fuego lento pero que acabará explotando con una fuerza arrolladora a través de sus -como casi siempre- ingeniosos, reflexivos y punzantes diálogos. La potencia de los textos sumada a los grandes intérpretes que los recitan y a la habilidad de Tarantino como director, brindan un sinfín de escenas magistrales entre lo introspectivo, lo hermoso y la bizarrada más arrogante. Y es que aunque la estructura y otros elementos provengan del teatro, no hay duda que que la dirección le da la categoría de cine en toda regla. Su trabajo tras las cámaras se sirve de algunas de las normas clave del Spaguetti Western (que tanto le gusta al director), pero sin olvidarse de su estilo único e impertérrito que le ha llevado a donde está. El director de “Reservoir Dogs” también ha madurado como narrador visual, y en esta ocasión su dirección puede tacharse de fascinante. No es sólo la creación de una atmósfera opresiva, lograr mantener la tensión con un equilibrio armonioso que haría aplaudir al mismisimo Hitchcock, aunar las claves visuales de varios géneros sin disonancias o que incluso el propio espacio se convierta en un personaje más de este raro Cluedo; es que sin ir más lejos, cada plano es un placer para la vista que además aporta una cantidad increíble de información al espectador. Su labor sumada a la excelente fotografía de su habitual colaborador Robert Richardson (“Hugo”, “Django desencadenado”) dan lugar a una puesta en escena que hará enloquecer a los paladares más selectos. Por último tenemos de vuelta al maestro Ennio Morricone con una banda sonora tan excesiva como el propio filme, una delicia que dudo que vaya a superar cualquier otro compositor este año. Al final tras dos actos de presentación y otros dos de intrigante misterio (la escena de la Voz en Off es plausible) se llega a un acto final en el que Tarantino le da a su público más ávido de gore lo que quiere. Las altas cotas de violencia se arriesgan a destruir las intenciones del director (nada a lo que su público no esté más que acostumbrado), no obstante el desenlace sí que vuelve a ser demasiado excesivo, a Quentin se le vuelve a ir la mano a la hora de ponerle el broche de oro a su obra. Un detalle que no quita que vayan a salir del cine sabiendo que han visionado una excelente película, tal vez demasiado irregular debido a su larga duración pero sin duda repleta de virtudes, de hecho en sus muchos puntos álgidos encontramos algunas de las mejores escenas que ha rodado Tarantino.

La octava película de Quentin Tarantino es un extraño e insólito híbrido de géneros que gracias a una vigorosa dirección, a un guión estupendo y a un conjunto de actores maravillosos, armoniza a la perfección. Es un filme noir político-humanista ambientando en un nevado y lejano oeste y estructurado en forma de obra teatral en el que Tarantino le da una vuelta de tuerca a los fundamentos conceptuales y formales de cada género (el duelo más surrealista, incómodo y esperpéntico que se recuerda en el western). Así pues “The Hateful Eight” es la película más madura de Tarantino y una de las más rebosantes de contenido de su filmografía, si fuera más redonda entraría al top 3 de su filmografía pero su irregularidad, algunos recursos narrativos y ciertas manías la traicionan. Ya me dirán ustedes que hacen perdiendo el tiempo leyendo mis banalidades en lugar de salir a toda leche a sacar un par de entradas para la última locura de uno de los directores más propios y egoncéntricamente geniales que ha dado el cine moderno. Y pensar que todo empezó con Madonna.


Alejandro Arranz

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