viernes, 29 de enero de 2016

Crítica de “Son of Saul”

-Prepárense para la experiencia física de la temporada, la película de terror del 2015 y el mejor debut de los últimos años. Un filme que te hará despertar.

-László Nemes recrea el infierno del que otros cineastas han hablado durante años. “Son of Saul” no es sólo una película, es algo mucho mayor.

El Holocausto nazi, la Segunda Guerra Mundial, la Solución Final; un tema que ha sido muy recurrente en el séptimo arte. Muchos consideran que se ha dicho todo sobre el mismo, otros creen que “el género” sólo vive a través de sensacionalismos y algunos simplemente no quieren pensar en esa parte de la historia. Lo que ha hecho Nemes rompe los dos primeros argumentos de forma radical y le abre los ojos a toda esa gente que prefiere mirar hacia otro lado. En el cine sobre el holocausto podriamos diferenciar por un lado las películas que “espectacularizan” el horror, como “El pianista” de Polanski o “La lista de Schindler” de Spielberg, y por otro las que lo “reproducen”, como “Noche y niebla” de Resnais o “Shoah” de Lanzmann. “Son of Saul” está mucho más cerca de lo segundo, pero no me atrevo a encasillar la película en ningún lugar, porque nunca había visto algo parecido. El comienzo del filme es impresionante, un aterrador plano secuencia que hace participar al espectador, al instante, de ese juego de sensaciones incómodas que logra Nemes, ayudándose del completo desenfoque de las acciones que rodean al protagonista; la cámara permanece pegada a Saul en todo momento y le persigue (mediante dilatados planos secuencia) a lo largo y ancho de ese frenético averno convertido en rutina. Ese Saul que no es sino todos nosotros y que busca redimirse a sí mismo y de paso a toda la humanidad precisamente humanizando una situación que no lo es en absoluto, mediante un ritual tan normal en nuestra vida cotidiana, como lo son los gritos, las humillaciones y los genocidios en la de un “sonderkommando”. Los sonidos de terror, dolor y muerte dan forma a una banda sonora escalofriante que sumada a una hipnótica puesta en escena repleta de atrocidades -casi invisibles- de fondo, dan lugar a un sobrecogedor infierno terrenal.

Todo esto que a su vez la convierte en una de las mejores representaciones del holocausto, se debe a su realismo casi documental, fruto de su carencia de narración al uso, de música extradiegética, así como su caracteristico estilo visual y su puesta en escena y montaje, planteados ambos al igual que aquella “Stalker” de Tarkovski, con un ritmo interno con la vocación de crear una impresión de permanente plano secuencia en el externo. Algunos confundirán estas decisiones con una, llamémosla, “frialdad” espiritual y/o emocional del filme, aunque lo que realmente ofrece Nemes es una mirada neutral, limpia, real, sobria y rigurosa sobre lo que ocurrió; totalmente libre de efectismos ni clichés, un logro sorprendente. El cineasta no tiene reparos en ponernos frente a todas esas inhumanas barbaridades, para que las suframos en nuestras propias carnes, pero tampoco le pierde el respeto a lo que cuenta, y al mismo tiempo lucha con vehemencia por encontrar algo de luz en el capítulo más oscuro de la historia humana. Es una película íntima y al mismo tiempo una grandiosa obra de arte que trata sobre temas universales y atemporales, además de tener enormes ambiciones/logros. Es un importante e inquietante documento histórico, también un formidable drama carcelario y muy en el fondo una dura alegoría sobre el presente.

No habrá ninguna película este año que te retuerza como lo hace esta, que te tire al suelo tantas veces, que te obligue a pelear tanto, y que te ofrezca tan sincera recompensa por tu dolor, ya sea moral, vital o físico. “Son of Saul” de Lászlo Nemes es cine valiente, arriesgado, perturbador, transgresor, imponente y puro. Una película única, para colgar en un museo de historia, una pieza inolvidable para bien y para mal. Prodigiosa escena final.


Alejandro Arranz

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