sábado, 27 de enero de 2018

Crítica de "Call Me by Your Name"

-Una película que respira a través de cada poro. Todo evoca, sugiere y suscita.

-Chalamet y Hammer son una de las parejas del año en una de las mejores películas del 2017.

No sé si alguna vez les ha pasado cuando deciden dar un paseo. En ocasiones mi rostro se topa con un repentino rayo de sol que me ciega por un instante. En un primer momento me resulta molesto, por inesperado. Sin embargo, una vez pasada la sorpresa, el tiempo parece detenerse, y ese rayo de sol se revela como uno de los mejores momentos del día. Algo semejante me ha ocurrido con esta película de Ivory y Guadagnino. En un principio mi percepción solo alcanza a reconocer a un puñado de peleles artificiales de clase alta, que se me atragantan por su moderna condescendencia, su forzada pretenciosidad y su plana artificialidad. Nada más lejos de la verdad, aunque cierto contexto social se mantenga cuestionable, pues Call Me by Your Name es una historia que florece, repleta de detalles extraordinarios, sentimientos complejos y hermosa imperfección. Ivory y Guadagnino han creado una de las experiencias cinematográficas más ricas y estimulantes del año.

Pocas películas son capaces de crear un significado tan palpable, relevante y sensual de cada uno de los elementos que forman su mundo ideal. Ahí está el albaricoque, como paradigma de todo, como metáfora central. Alrededor, la brisa, la humedad, el perfume, el calor veraniego y la distancia a modo de protagonista de un relato que enfrenta opuestos, que evoca con valentía y afronta con intensidad. Una historia de pocas palabras que prefiere prestar atención a las miradas y especialmente a los cuerpos de sus personajes. Chalamet (Elio) y Hammer (Oliver) realizan dos interpretaciones extraordinarias, orgánicas; su química en pantalla es sencillamente inolvidable. Sin embargo la cámara de Guadagnino no se detiene en la descripción prosopográfica de sus criaturas, sugiere y provoca con cada ladrillo de ese pueblecito italiano, repleto de sutiles surcos e interminables curvas que nos instan a desear. Todo lo que rodea a Elio y Oliver tiene una historia que contar, pero no pertenece al ámbito narrativo; una de tantas virtudes de este grávido cuadro del cineasta. Una obra que no puede ser definida únicamente como un retrato del placer o una disección de la juventud y el descubrimiento sexual; al menos no después de sus dos maravillosas escenas conclusivas, que llevan el filme hasta el clímax de su madurez.

Es una película que transpira fertilidad, belleza y sabiduría. Va floreciendo, creciendo, con el transcurso de los minutos hasta su desenlace, que nos regala una de las mejores lecciones paternales de la historia del cine y uno de los mejores planos finales de los últimos años. Mientras visionas Call Me by Your Name da la impresión de que el tiempo se detiene, de que estás bajo el influjo de un luminoso hechizo de verano. Lo significativo viene después, cuando el hechizo termina y sales al frío del exterior, cuando se acaba el verano. Eres consciente de que permanecen en ti tanto valiosas lecciones como intensos recuerdos.


Alejandro Arranz

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