lunes, 19 de febrero de 2018

Crítica de "The Florida Project"

-Una de las mejores películas y uno de los mejores finales del 2017.

-Sean Baker y Willem Dafoe, dos de las miradas más tiernas de la temporada. Cada uno en su campo.

Cada cineasta tiene su propia forma de narrar, de introducirnos en los mundos a los que da forma y apegar la ficción a nuestra realidad a través de los mecanismos narrativos. Sean Baker tiene una mirada única, capaz de mostrarnos toda la crudeza del mundo real desde un prisma mágico y vivaz (en ocasiones estrafalario) e incluso de definir un espacio o a un personaje con apenas un pequeño trazo tan preciso como delicado. En esta ocasión el espacio es un pequeño motel de mala muerte cercano a Disney World, y los personajes un grupo de almas perdidas tan imperfectas como humanas. Ésto le sirve a Baker para estructurar una poderosa metáfora social de aún más importante autenticidad emocional, una tragedia narrada con la ilusión y el colorido de una infancia a punto de truncarse, ajena a los problemas de la difícil realidad adulta, que la rodean y se van intensificando. The Florida Project tiene la virtud de ser el filme más imperfectamente real y humano que ha dado el 2017, un conmovedor milagro.

La infancia, el verano, las travesuras de unos niños que pasan las vacaciones en los alrededores de ese hotel donde se mezclan prostitución, violencia, alcoholismo, desnudez, pedofilia y muchos de los problemas de un espectro marginal de la sociedad. Baker mira al cielo azul, que parece indiferente a lo que ocurre entre las paredes violetas del motel. Sin embargo el cineasta no se aleja de sus personajes, los observa con cariño; nos narra sin efectismos ni idealizaciones como la pequeña Moonee (maravillosa Brooklynn Prince) y sus amigos juegan influenciados por su ambiente social mientras a su madre se le estrecha el cerco para lograr pagar el alquiler. Pero el cerco también se estrecha para los pequeños, aún ingenuos en su submundo infantil donde los delitos apenas tienen consecuencias, que pronto deberán enfrentarse a una madurez prematura, a un duro choque con una realidad en crisis.

Pero Baker, precisamente, no centra su mirada en la violencia y la cochambre del Miami de extrarradio, enfoca la claridad de lo humano incluso en sus horas más bajas, presta atención a la supervivencia de la imaginación, al delicioso helado del mediodía y al viaje hacia el final del arcoiris donde patear a un duendecillo irlandés para que suelte su oro. Toda esa bondad que el cineasta admite en su mundo, y en el nuestro, deslumbra en los ojos de un Willem Dafoe extraordinario, contenido y natural, capaz de desbordarnos con un gesto. Un gesto que llega al final del filme, cuando su personaje, Bobby, también recibe un golpe de realidad exterior, consciente de que no puede ser ese ángel de la guarda. Incluso el espectador es alcanzado por ese golpe de realidad que le derriba emocionalmente. Ésto ocurre durante las últimas escenas, que concluyen a la perfección un viaje difícil y una metáfora necesaria; o tal vez dos.

Con esta película Sean Baker ha pasado de ser un cineasta de mirada singular a convertirse en uno de los directores independientes más interesantes de la actualidad. La naturalidad de su estilo solo alcanza a ser superada por la cautivadora inocencia de Brooklynn Prince. The Florida Project desciende hasta rincones muy oscuros de nuestra sociedad en crisis, y una vez allí revela un humanismo sobrecogedor. Es al mismo tiempo tan cruel y tan hermosa, tan generosa e impasible, que se parece a la propia vida.


Alejandro Arranz

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