sábado, 24 de febrero de 2018

Crítica de "Lady Bird"

-Gerwig logra que parezca como si nunca hubieramos visto nada como ésto, el detalle gana con creces a la generalidad.

-Uno de los mejores repartos del año. Ronan y Metcalf no pueden estar mejor.

Greta Gerwig tiene una brillante carrera como actriz y guionista, pero seguramente muchos tenían curiosidad por saber si todo el talento que muestra en ambas facetas, se podría extrapolar a la dirección, ofreciendo esa voz singular y moderna que siempre le ha hecho destacar. En 2008 ya probó suerte, junto a Joe Swanberg (Win It All), en la dirección de Nights and Weekends, perteneciente al movimiento “mumblecore”, al que tanto han aportado Gerwig como Swanberg. En esta ocasión Gerwig realiza su ópera prima en solitario y como no podría ser de otra forma se trata de una comedia dramática independiente. La guionista y directora nos narra el crucial tránsito del instituto a la universidad de una joven que busca encajar en su medioambiente social al tiempo que quiere cambiar de aires e irse a estudiar a la costa Este, un plan que se complica debido a la situación económica de la familia y al conflicto resultante con su sobreprotectora madre. Les presento a Lady Bird, vive en el lado incorrecto de las vías de tren.

Sin duda Gerwig ha aprendido de sus trabajos como guionista y actriz, y su debut en solitario tiene mucho del cine de Noah Baumbach y aún más de ella misma. No es inesperado, es toda una alegría descubrir que tiene la misma personalidad como directora que tiene como guionista y el mismo carisma que tiene como actriz. Además, su Lady Bird encuentra ese maravilloso equilibrio entre comedia y drama que prácticamente define la carrera de esta polifacética mujer, nacida en Sacramento. La historia está contada desde esa complicada sencillez que todos entendemos, que resulta en su momento tan desmesurada y más tarde, con la perspectiva de los años, a la vez divertida, nostálgica y ridícula. Creo que Gerwig ha captado eso a la perfección, y precisamente por esa razón aunque hayamos visto numerosas películas de la misma dinámica, ninguna es como Lady Bird. Ella es única, compleja y genial; es mucho más que una apariencia, es la estrafalaria autenticidad de la juventud, una juventud específica. Nada en el personaje ni en la película parece caprichoso o al azar, solo hay que fijarse en el cuarto de Christine o en la elección de Ronan y en su espléndida interpretación, nadie podría haberlo hecho mejor.

Lo mejor de esa inefable vorágine de emociones, tonos y situaciones de la realidad juvenil, es el más que seguro elemento autobiográfico que imbuye toda la película (como es probable que toda la obra previa de Gerwig), y que convierte esta historia de madurez en algo mucho más importante y genuino. Lady Bird es un retrato de la búsqueda de la felicidad, del cambio intergeneracional de valores, de los errores que cometemos para aprender, de la estructura social, de la familia, de las raíces, de lo difícil que es ser hija y lo aún más difícil que es ser madre; ahí tenemos una de las mejores relaciones madre-hija del cine indie moderno (excelente Laurie Metcalf). Por supuesto, es la adolescencia desde un prisma idealizado, con esos colores que nos transportan con nostalgia al 2003 y con no pocos tics del cine “coming-of-age”, pero también con una pasmosa sinceridad que en ocasiones desarma. La última sorpresa de este debut es la capacidad de Gerwig para introducir con una suerte de sutileza plástica toda una serie de temas de mayor calado y globalidad que coloca hábilmente fuera de foco, al margen de la trama principal, aunque muchas veces resultan más interesantes.

Lady Bird es tan Gerwig que o la amas o la odias, su personalidad es tan arrolladora como lo ha sido en casi todos sus trabajos anteriores, y lo mejor es que no se desmarca por su extravagante singularidad, sino por su sinceridad, afligida en el fondo de lo que ocurre. Es una película que encaja a la perfección en esa especie de autobiografía del revés que Gerwig parece haber ido creando hasta ahora. De hecho, es el motivo principal por el que destaca, porque deja a un lado lo genérico de una propuesta de instituto para hablar con voz propia de una historia propia, y con aristas.


Alejandro Arranz

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