jueves, 23 de agosto de 2018

Crítica de "El viaje de Nisha"

-La nueva película de Iram Haq falla por su falta de sutileza y de unos matices muy necesarios.

-Pese a sus profundos problemas es un melodrama desgarrador con revelaciones significativas.

La guionista y directora Iram Haq, nacida en Noruega pero de padres pakistaníes, ya había representado el choque cultural entre la sociedad islámica y el mundo occidental en su ópera prima, I Am Yours. En esta ocasión va más allá y nos cuenta una historia basada en su propia experiencia adolescente cuando a los 14 años su padre la forzó a pasar un año en Pakistán para conocer sus raíces. Por tanto su segunda película tras las cámaras se convierte en todo un manifiesto de denuncia ante las reglas retrógradas de una sociedad que a la directora, y a otras muchas personas, les ha causado un gran sufrimiento. Una meta admirable que se pierde entre la furia del golpe de efecto y la carencia de imparcialidad.

Nadie duda de que estamos ante una historia difícil, extraída de una dolorosa realidad personal y que debía ser contada. Los problemas de la cinta no vienen de esa historia, sino de una perspectiva unidimensional y efectista que no permite ninguna discusión o reflexión al respecto. Las intenciones de denuncia se verían favorecidas por una observación matizada de los hechos y de los personajes involucrados en ellos, sin embargo el maniqueísmo es más que evidente en el retrato de éstos últimos, que hacen cosas malvadas sin que la película intente siquiera mostrarnos un resquicio de su psicología. Por momentos la cineasta trivializa aspectos fundamentales tanto de las culturas enfrentadas como de situaciones de maltrato y sus protagonistas, convirtiendo una denuncia necesaria en un mensaje peligroso. No hay cabida para la participación del espectador, que simplemente debe permanecer en la butaca soportando el viaje de humillaciones verbales y físicas que sufre Nisha en una espiral de represión e inhumanidad a base de brocha gorda y ciertos subrayados sonrojantes. La visión sesgada de Haq se retuerce hasta convertirse en una execración extrema de la sociedad pakistaní, tan cruda como carente de cualquier arista o claroscuro, el opuesto a una idealizada sociedad occidental donde prima la racionalidad, el respeto y el debate reposado.

La tragedia de Nisha sin duda aterrorizará a cualquier espectador occidental que espere una historia más benevolente o fácil de digerir. Haq sabe como impactar en el público y ante cualquier reproche responde con un golpe más fuerte, pero también es capaz de sacar partido de sus actores y elaborar secuencias muy sólidas que den a conocer situaciones de interés. Todo eso hace más doloroso que la película esté completamente equivocada. Los excesos, la falta de coherencia, la marcada parcialidad y su simplista enfrentamiento entre lo blanco y lo negro corrompen un retrato que nos espabila a base de bofetadas en lugar de darnos espacio para la reflexión, el mejor instrumento para estimular la concienciación y el progreso.


Alejandro Arranz

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