martes, 4 de septiembre de 2018

Crítica de "Yucatán"

-Un disparate sin gracia ni cohesión, divertirá a aquellos que lleven unas vacaciones muy sosas.

-Es difícil hacer pie en lo nuevo de Monzón, mejor rememorar “The Sting” de George Roy Hill.

Cualquiera se pierde el último cambio de rumbo de la trayectoria del cineasta Daniel Monzón, que tras la impresionante Celda 211 y la no menos espectacular El niño ha tomado la decisión de virar hacia una especie de comedia de enredos en alta mar, donde se dan cita estafadores, turistas, cabareteras y un panadero millonario. El espectador sube a bordo del Sovereign al ritmo de una enérgica introducción musical orquestada por Roque Baños y mientras el crucero abandona tierra se le pide que visualice el puerto que queda atrás y se olvide de sus preocupaciones durante el resto del viaje para disfrutar del espectáculo. El problema llega cuando lo que parecía elegante se vuelve rancio, porque dan ganas de saltar por la borda.

La película existe en un perfecto equilibrio entre la desgana, la torpeza y el sonrojo. Queda claro en todo momento que Monzón y Jorge Guerricaechevarría no saben qué quieren hacer. Surge de este modo un deshilvanado batiburrillo de géneros y tonos dispersos, como si cogiéramos todos los ingredientes que hay en nuestra cocina y los introdujéramos en la batidora para terminar ingiriendo el brebaje resultante. El insulso triángulo amoroso, la screwball comedy, el slapstick, el cartoon, los contoneos con la aventura y el musical, los intentos de emular algo parecido al suspense mediante sus descuidados giros y una secuencia de humor escatológico tan abominable que entristece. El aderezo, un guion repleto de incongruencias, estereotipos, clichés y chistes vulgares narrado con un ritmo errático y cargante que no toma firmeza más que en dos ocasiones de sus alargadísimos y revueltos 130 minutos de metraje. El resultado, como se puede deducir, es bastante desastroso.

Nunca creí que Daniel Monzón fuera capaz de entregar una película tan insegura, deslavazada, carente de ingenio y de pulso. En la butaca me genera más interrogantes que carcajadas, no sé si buscándole el sentido a todo lo que ocurre o a lo que pasaría por la cabeza de sus responsables cuando la estaban realizando. Se salva únicamente la vistosa factura visual y el entrañable personaje interpretado por Joan Pera. Lo siento mucho, mi peor crucero desde “Speed 2”.

Alejandro Arranz

1 comentario :

  1. Estaba pensando en verla porque Celda 211 me gustó en su momento. Pero vamos, con lo que dices lo descarto definitivamente.

    Saludos!

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