-Un buen puñado de escenas de lucha minuciosamente ejecutadas son el plato principal de esta secuela. También el aperitivo, el entrante, el postre y hasta el café del final. No hay nada más.
-Toda película, del tipo que sea, necesita de un argumento creíble que la haga avanzar. La acción por la acción no es suficiente.
El estreno de esta secuela de John Wick es casi como un acontecimiento en la cartelera española. La primera entrega nunca llegó a estrenarse en nuestras salas. En lugar de eso hubo que conformarse con verla por Netflix. Pero bien merecía una sala de cine, porque aquella película dirigida por Chad Stahelski y David Leitch es sencillamente unos de los mayores placeres que el cine de acción me ha proporcionado en años. Recuperar al Reeves más contenido (seamos buenos) para convertirlo en un personaje que destila misterio y “fuckerismo” e introducirlo en una cruda historia de mafias sobre un brillante submundo de asesinos por contrato. Además con una excusa argumental que funciona rematadamente bien y con un apartado visual que deleita con el aprovechamiento de las localizaciones y de paso unas coreografías de lucha para mojar pan. Normal que ya sea casi como una película de culto. Por esa razón esta secuela dirigida por Chad Stahelski (Leitch está con Atomic Blonde) era bien esperada, y parece que ha sido aún mejor acogida. Personalmente me han sobrado segundos para ponerme mis mejores galas e ir a disfrutar de esta maravillosa serie B. Por desgracia, me ha decepcionado.