-Zemeckis entrega un nostálgico y elegante cóctel de géneros. Sin embargo es también una película endeble, carente de intensidad, destello y sustancia.
-Ni el guion ni el reparto están a la altura de las circunstancias. Es como ir a la guerra con munición de fogueo.
Tras maravillarme con el 90% del metraje de Flight y con los quince minutos finales de la más que decepcionante The Walk; Robert Zemeckis vuelve con una apuesta bastante arriesgada. Está claro que en el último siglo ha sido uno de los directores que más se han preocupado por fusionar buenas historias con los avances tecnológicos que permitan contarlas de maneras más creíbles, profundas y sorprendentes (el resultado es otro cantar). Por eso esta melancólica vuelta atrás, hacia el Hollywood clásico, resulta tan inesperada como, insisto, arriesgada. Inesperada por lo apuntado, arriesgada porque el público del siglo XXI no parece estar preparado para recibir con los brazos abiertos el regreso de los melodramas clásicos. Ni siquiera si en la mezcla está el thriller de espionaje, el cine bélico y las atractivas caras de Pitt y Cotillard. Por otro lado el guion lo firma un señor con mucho talento, Steven Knight (Promesas del Este, Locke). Dicho ésto, los que -en cuanto a cine- seguimos esa filosofía de “cualquier tiempo pasado fue mejor”, estábamos deseosos de que Zemeckis consiguiera devolvernos el glamour, la intriga y la pasión de los tiempos de Bergman y Bogart.