sábado, 6 de diciembre de 2014

Crítica de “Exodus: Dioses y Reyes”

-Técnicamente intachable; el diseño de producción, la puesta en escena y todo lo que rodea al apartado formal es sencillamente soberbio. La trama sin embargo, es muy irregular.

-A la película le falta emoción e intensidad, no encuentra su sitio, acaba siendo un raro -y menor- híbrido entre Gladiator y Noé. Bale realiza un trabajo imponente.

Creo que todos estamos de acuerdo en que Ridley Scott jamás regresará a su gloria pasada, sin embargo no soy de esos que piensan que debió parar de hacer cine tras “Blade Runner”, soy más bien uno de esos que piensan que el señor Scott aún mantiene su habilidad para hacer relativamente interesante todo lo que toca, por supuesto hay excepciones. Hablando tan solo de sus últimas películas puedo decir que “Prometheus” no me pareció ni de lejos tan mala como dice la gente, vale que el guión no vale ni como papel de liar y que tiene fallos para hacer un vídeo-análisis chorras en youtube de por lo menos diez minutos, pero ahí está el temor a lo desconocido, las preguntas sin respuesta que lo hacen todavía más intrigante, ese brillante apartado visual cuyas escenas iniciales son de antología y por último ese androide Fassbender que nos pone los pelos de punta; para un servidor la falsa precuela de Alien es un filme a reivindicar, imperfecto sin duda, pero también infravalorado. El año pasado la película fue “El Consejero”, primer guión cinematográfico del novelista Cormac McCarthy ("La carretera", "No es país para viejos"); y aún me pregunto como puede la gente decir que es una mala película, entiendo que el espectador medio se pierda pues el guión puede ser complicado para personas que no leen habitualmente pero de ahí a que incluso la crítica internacional la catalogue de absurda, vacua y/o aburrida media un abismo, tios...que escribe Cormac McCarthy. Volviendo al tema, Mr. Scott aún nos sorprende cada cierto tiempo con una película realmente interesante y en esta ocasión siendo sincero no me esperaba gran cosa, mucho reparto, mucho efecto especial y mucho olor a Gladiator pero no creía que el británico fuera a sorprenderme demasiado, en ciertos aspectos me equivoqué. El reparto lo encabeza Christian Bale como Moisés y le acompaña una extensa lista de caras conocidas como Joel Edgerton, Aaron Paul, Sigourney Weaver, Ben Kingsley, John Turturro y María Valverde -entre otros-. Steve Zaillian (Moneyball, American Gangster) escribe el guión para la historia de Adam Cooper y Bill Collage, mientras que el español Alberto Iglesias (El Topo) se encarga de la banda sonora.

La película anual de Ridley Scott no es el fracaso que esperaba ni el triunfo que otros pensaban, no es la nueva “Los 10 mandamientos” de Cecil B. DeMille ni tampoco intenta serlo, su primera -y excelente- hora y media es heredera directa de Gladiator y los peplums clásicos, después se acerca más al “Noé” de Aronofsky pero desde una posición más cautelosa, pues aunque su mensaje dice claramente que hay que ver para creer otros elementos se posicionan prudentemente en un punto medio entre el realismo y la fidelidad a las escrituras. Me gusta su primera mitad por los detalles, por el ritmo, por Bale, por Edgerton y por Turturro, porque tiene los pies en la tierra y buenas influencias de otras superproducciones de Scott, porque visualmente es espectacular sin recurrir a tormentas gigantes, tornados gigantes ni olas gigantes, aunque diré que las plagas posteriores son realmente impresionantes a la par que terroríficas. Está bien, que Scott cumpla en el terreno visual es un mínimo, una firma hasta ahora permanente de su cine, así que hablaré de otros apartados. Narrativamente es un fracaso, porque a pesar de momentos épicos y emocionantes los altibajos son notorios y continuos y tras esos 90 minutos se empiezan a notar los minutos, no porque la historia no dé para 150 minutos pues la épica de Heston daba para casi cuatro horas y ni lo notabas, el problema es que cuando el cielo interviene el interés disminuye porque a Scott se le va de las manos la trama, el drama, la emoción, quedan los efectos especiales y las soluciones erroneas y la verdad es que había oportunidades de hacerlo distinto, de hacerlo mejor.

El casting en algunos aspectos es incomprensible, Bale es una elección estupenda y aunque otros digan que Crowe pegaba más ya fue Noé este año y no creo que Scott se arriesgará a que como ocurrió en “Robin Hood” dijeran que volvía a hacer “Gladiator”, por lo tanto Bale. Edgerton como Ramsés pone el contrapunto con eficacia y por momentos lo borda a pesar de que en otros tramos no convenza lo suficiente (el personaje a veces es incomprensible), Turturro está impecable como padre de Ramsés, la española María Valverde cumple su cometido y la última decisión correcta del casting es la de Ben Mendelsohn (The Place Beyond the Pines), un pequeño gran secundario que realiza su papel a la perfección. Por otro lado encontramos las decisiones inexplicables, si bien el trabajo de Aaron Paul en Breaking Bad le permite participar en el filme que quiera no entiendo muy bien que necesidad hay de elegirle como Josue, un personaje totalmente desaprovechado en la cinta, otro tanto más el cameo de Ben Kingsley que ya parece Morgan Freeman haciendo de si mismo o la aparición de Sigourney Weaver como madre de Ramsés sin la más mínima importancia en la trama; todos son personajes que podrían dar más juego pero si decides colocarlos así dentro de la trama, no es necesario desaprovechar talento. A pesar de los evidentes aciertos del guión de Zaillian y la dirección de Scott ambos apartados fallan y dejan que los efectos especiales absorban el filme dejando a un lado todos los interesantes planteamientos que tomaba inicialmente, aún así merece la pena ver esta aventura heredera del peplum y merece la pena más aún ver a Christian Bale como Moisés, no os hará olvidar a Charlton Heston pero sí que cumple con creces como héroe de acción sustituto de Crowe, una pena que la trama se vea superditada a otros elementos, porque podía haber sido grandiosa.

“Exodus” es después de todo ese gran espectáculo que se podía esperar de Ridley Scott, un director que sabe apoyarse en sus puntos fuertes y reforzarlos, es una lástima que el guión y la historia se debiliten con el paso de los minutos cuando debiera ser al contrario pero con sus virtudes y sus defectos queda como una alucinante superproducción que ver en la pantalla de cine más grande posible. Además el conjunto ofrece mucho más que la épica bíblica de Darren Aronofsky aunque ni de lejos llegue a la emoción y la consistencia de otras obras del cineasta británico como puedan ser “Gladiator” o “El Reino de los Cielos”.


Alejandro Arranz

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