-El director simplifica los elementos de su documento cinematográfico hasta dejar lo más básico. La unidimensionalidad del discurso es digna de un necio irresponsable.
-Cuando Lee se deja llevar por la comedia la película vuelta muy alto, porque es divertida, ingeniosa y deliciosamente negra.
Estamos en los 70, Nixon es presidente, las revueltas en las calles y la violencia policial contextualizan una encarnizada lucha por los derechos civiles. El joven Ron Stallworth se convierte en el primer detective negro del departamento de policía de Colorado Springs, y al poco de empezar decide infiltrarse en el Ku Klux Klan. El argumento no tiene desperdicio, en especial porque está basado en la historia real de Stallworth, que mantuvo contacto telefónico con la organización y con la ayuda de un compañero caucásico, que le sustituyó en los encuentros reales, elaboró una operación para revelar las actividades del clan mientras subía en su organigrama. Jordan Peele y Spike Lee nos acercan esta increíble historia en el momento más necesario, cuando la lucha por el progreso en Estados Unidos ha dado dos pasos atrás.